Obligar y aprender

 

 

Hace unas semanas leí con mucho interés un extenso artículo en el que se hablaba de la cámara oscura y Las Meninas. Esto es, en el uso que Velázquez pudo hacer de la cámara oscura para pintar su obra maestra. La tesis presenta dos fallos que la invalidan. La primera es una versión a menor tamaño que se conserva en una colección británica y que es idéntica –en cuanto a posiciones de los personajes y claroscuro– a la grande del Prado.

A partir de ella el estudioso montaba su edificio: tal obra en menor formato sería la que el maestro sevillano hizo dentro de la cámara oscura y de ella pasó a la grande, que es una ampliación mejorada. Inadmisible que una persona que se toma en serio estas cosas –y no son tantas– se ponga a escribir sobre Las Meninas y no conozca la abundante bibliografía, especialmente la técnica, que se ha ido elaborando por los científicos y estudiosos del museo. Si lo hubiese hecho sabría que Velázquez, alma inquieta, hizo cambios en diversas partes de la obra. Como ejemplo, su autorretrato fue repintado al menos cuatro veces, con cambios notorios en la posición.

Todo ello está oculto a la vista pero evidente en la documentación científica. La obra más pequeña –como ya he indicado arriba– es fiel a la imagen final de la grande y se trata, por ello, de una copia a posteriori, seguramente de la mano de Mazo, yerno y ayudante del gran pintor. Con ello es suficiente, hablando con seriedad, para desmontar tesis tan endeble pero está la otra parte, que me interesa más, aquella que supone que el maestro usó la cámara oscura. Ahora voy al trapo.

Hockney, el pintor, y otro más cuyo nombre no recuerdo, publicaron un libro hace años que tuvo buena difusión incidiendo en lo mismo: los grandes maestros del pasado usaron de estos medios como si no hubiese un mañana. Pero, ¿qué es una cámara oscura? Una cámara fotográfica, lente incluida, en cuya pared trasera se proyecta invertida en ambos sentidos la escena visible hacia la que se dirige el objetivo. Salvo por el hecho de que no se supo cómo fijar esas imágenes sobre un papel hasta el siglo XIX se puede afirmar que la cámara fotográfica –o cámara oscura– está documentada en Italia desde comienzos del 1500.

Se han conservado bastantes y aparecen en las testamentarías de diversos pintores barrocos. No en la de Velázquez, que conocemos perfectamente. De Vermeer sabemos que fue amigo y vecino del más grande óptico de su tiempo, al que probablemente retrató en dos de sus obras como astrónomo y geógrafo. Van Leeuwenhoek alcanzó tal excelencia con sus lentes que se han hecho pruebas con algunas de ellas en tiempos actuales y los resultados sobre papel fotográfico no difieren demasiado del que se puede obtener con objetivos del siglo pasado. Pero, ¿cuál es el requisito indispensable para utilizar la cámara oscura de un modo viable? Trabajar en formatos pequeños, algo que sí hace Vermeer pero no Velázquez, quien suele trabajar a tamaño real en los retratos.

Para salvar este escollo a Hockney y cía se les ocurrió montar una habitación completamente a oscuras, con un objetivo en una de sus paredes y en la opuesta un lienzo en blanco. ¿Funciona? Por supuesto, es una cámara fotográfica y se dan en ella todos los requisitos para ver la escena proyectada sobre el lienzo. ¿Entonces? Pues elemental: no se puede pintar a oscuras. No de un modo coherente al menos.

Es mejor, mucho mejor, el camino iniciado por dos físicos ópticos acerca de la proyección de imágenes en espejos y contra-espejos. Es un trabajo que ya he traducido y del que daré noticia aquí en breve.

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¿Es necesario todo ese instrumental para pintar un cuadro? No, salvo que tengas prisa y tomar las proporciones básicas del modelo sean unos breves trazos de pintura y no un dibujo previo, que en Velázquez no existe, como tampoco en Rembrandt.

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Se dice que las comparaciones pueden resultar odiosas pero, en realidad, el método de comparación es el principal método científico de construcción de conocimiento.

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Hay que hacer pinturas con las que se pueda vivir. No hace falta que sean sofás cómodos ni azote de herejes. Si se puede vivir con ellas ya es mucho.

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Intensa nostalgia del padre. Viene a hablarme en sueños pero no entiendo lo que quiere decirme.

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Venga un poco de anti-picasso y modernismo para no defraudar a los fieles.

Me parece que ninguna pintura de Picasso, nunca y de ninguna de sus ‘épocas’, ha conseguido que me incline interiormente en señal de reconocimiento. Puedes decir que el problema es mío y puede ser pero mis ojos son las ventanas por las que entra en mi alma el alma de las cosas. En cambio me he inclinado, y sigo haciéndolo, ante obras de pintores casi desconocidos o sólo conocidos de los especialistas.

La pregunta es cómo pudo ser de fuerte la corrupción del dinero como para cegar a tantos espíritus sensibles. Las claves, a veces, nos las ofrece la gente normal, que no está metida en el asunto y dice a lo llano y brutalmente lo que nosotros no osamos decir o, si lo hacemos, es embozados y adornando cuanto podemos la píldora para que no se nos vuelva en contra.

«En esto del arte moderno no se sabe, lo mismo haces algo que ni tú te das cuenta de lo que has hecho, llega un entendido, dice que eres un genio y te montas en el dólar”. Pasó y ha pasado, no es carne picada. Los grandes intereses del arte, si tal existe actualmente, pueden convertir a un tipo que pinta bobadas en el metro en una celebridad de la noche a la mañana. El gran negocio lo hacen ellos pero al pintamonas le arreglan la vida.

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El pintor puede apoyarse fuertemente en la realidad para comenzar su trabajo pero ha de corregirla después si quiere convertirla en pintura.

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Es más agradable empezar un cuadro que acabarlo, al menos para mí.

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El buen maestro de pintura enseña el oficio y permite que –desde ese oficio– el aprendiz se encuentre a sí mismo. El malo no enseña nada, salvo que lo encuentren a él.

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Bueno y eficaz no quieren decir lo mismo, al menos en la pintura.

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Es tan idiota y narcisista creer que el mundo te debe algo como que tú se lo debes a él.

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Nunca obligar a aprender. Quien de verdad quiere hacerlo salta por encima de las dificultades. El que habla pero no salta sólo quiere decir que aprendió contigo, una vil manera de responsabilizarte de sus fallos y vicios.

 

 

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