Bailando con gatos

 

 

Cuando terminó el diálogo entre el sacerdote y el moribundo, tras fallecer éste, se extendió un fuerte olor a azufre y cuerno quemado por la habitación. Era el Diablo apaleando el alma del muerto por ignorante.

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Las sustancias enajenantes han formado parte de la actividad humana desde el principio. Las personas, como los animales, necesitan sus días de contento para descansar de las fatigas y celebrar acontecimientos.

El problema de nuestro tiempo no es que lo dionisíaco exista sino que buena parte de la población pretende celebrar su culto ocioso todos los días del año.

Plinio escribió que el fin de la Roma invencible fue la lujuria, esto es: el amor al lujo (luxus, extravagante y fuera del orden natural), que era la palabra que usaban para describir el excesivo amor por los placeres y el ocio.

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El Diablo baila siempre a nuestro alrededor pero no podemos verlo. H.P.

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Un día glorioso de otoño, cendal celeste y suave con nubes que se elevan en blanco marfil. Uno de esos días para guardar en la memoria y recordarlos cuando el invierno muerda las ventanas.

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Los gobiernos no se dirigen jamás a las mentes cultivadas pues saben que no les van a creer. Hablan para propios y mentes confusas.

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El único método que se da por seguro en este tiempo para validar la excelencia de la obra de arte es el dinero. Nada vale si no alcanza el precio de una decena de millones, al menos, en el mercado internacional.

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No se discute, como nos enseñaron los griegos, para encontrar la verdad sino para tener razón o por amor a la guerra en sí. Al polemós se le pueden poner reglas, como hicieron los antiguos con los combates a muerte para no verlos como carnicerías.

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Suele resultar más barato asumir la culpa que demostrar la inocencia.

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Como he dicho aquí más de una vez, es importante tener en la cabeza para qué fuentes de luz fueron pintados los cuadros de los clásicos. Desde el invento de la luz artificial, con sus actuales sofisticaciones, damos por hecho algunos aspectos que son fruto de nuestra costumbre, es decir, fantasías. Por citar sólo un ejemplo: un Caravaggio –o un Ribera– no pueden ser entendidos por completo (me refiero a la visualización) fuera de los lugares para los que fueron pintados, cómo y con qué fueron iluminados.

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El tamaño del pigmento en las pinturas está directamente relacionado con la pincelada y su espesor, y todo ello con el tamaño del cuadro. Al achicarse las estancias también se achicaron los pinceles y la granulometría del pigmento.

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Lo más difícil para un pintor es pintar la nada pues, por muy poco representativa que su pintura sea, siempre representa algo. Lo mejor es que recuerde paisajes, objetos razonables y personas en su no-representación, y lo peor es que asome por una esquina un lindo gatito pues el pintor se pone muy nervioso y queda obligado a repintar durante horas persiguiendo al gato, que ya no deja de ver.

 

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