Intrusismo y vergüenza en la restauración patrimonial (también en Trujillo)

 

Conseguir la calificación profesional para actuar en el Patrimonio Histórico es una tarea ardua y complicada a pesar de que en los años de gobierno de Zapatero se allanaron bastantes dificultades, falseando requisitos. La citada calificación empresarial equivale al título que exigimos al médico para que nos trate o al ingeniero para que no se le caigan los puentes.

Sin embargo, en la práctica, las empresas calificadas sufrimos ataques permanentes por parte de intrusos que no gozan de la calificación requerida. Son cómplices la Administración, los arquitectos directores de obra y los mismos promotores o propietarios.

Los primeros porque implementan una supuesta vigilancia a través de las ARI que no controlan ni opinan sobre el hecho de que una empresa no cualificada sea contratada para intervenir en un edificio que es Patrimonio Histórico. Los segundos porque no advierten, generalmente, a los promotores sobre qué tipo de empresas deben contratar ni hacen valer la necesidad de contar con empresas calificadas. Los terceros porque piensan que una empresita de albañilería terminará por ser más barata.

Se cierra, de este modo, un ciclo que -si lo trasladásemos a otras áreas- nos ofrecería resultados monstruosos como ponernos en manos de un odontólogo  que es, en realidad, un sacamuelas con tenazas o cosas mucho peores.

Está fallando el sistema y es una vergüenza -repito- pues, mientras a las empresas especializadas se nos exigen más y más requisitos para renovar nuestra calificación, se hace la vista gorda ante intervenciones que, como era de esperar, dejan mucho que desear cuando no producen daños irreparables pues están hechas por personas con escaso fundamento técnico y falta de sensibilidad.

En Trujillo van a dar comienzo unas obras -permitan que no señale- sobre dos edificios señeros. Aceptado el dicho de que nadie es profeta en su tierra, es preocupante que Administración, arquitecto y promotores no hayan caído en la cuenta de la naturaleza de los bienes sobre los que se actúa. Los menos culpables, en todo caso, son quienes practican el intrusismo pues posiblemente ignoren hasta el hecho de que son intrusos. A ellos, mientras haya quienes les contraten, lo demás seguro que les tiene sin cuidado.