Escaramujos

 

 

Ayer, sábado, estaba sentado en la plaza cuando apareció Hermann Terstch con una señora. De primeras quisieron sentarse a comer en una de las mesas cercanas pero luego desistieron, tal vez porque tanto J. como una mujer que por allí estaba se acercaron a expresarle reconocimiento. Me pareció sorprender un rictus de fastidio y terminaron por instalarse en el restaurante que hay en el interior, donde seguramente iban a ser menos molestados.

No me pareció bien la idea de autopresentarme: Hola, soy CC y dije en el blog de fulano que me pareció fatal lo que hiciste cuando te sacudieron en el pub madrileño. Aquel palacio que ves en la esquina es propiedad de la familia del que te arreó; si te esperas un poco tal vez aparezca su tío, que fue quien abofeteó a Arias Navarro cuando el entierro de Franco. En fin, no era cosa de amargarle al pobre hombre la comida o de crearle inquietud.

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El día que pasé con Borges estaba nevado. Me lo confiaron para enseñarle un jardín con dos condiciones: no hablarle de literatura ni de su hermana Norah y el tiempo que estuvieron en España.

El jardín estaba nevado, sí, pero tenía rosas de invierno que él no podía ver. Mi obligación era describírselas procurando no usar adjetivos o los menos posibles. Al final la conversación consistía en una serie de advertencias por mi parte (¡Cuidado, escalón!) y murmullos y gruñidos por parte del escritor.

A la vera del jardín, embarrancado, pasaba un río de cauce medio si bien tumultuoso. Al otro lado había casas humildes de pescadores que hubiera dicho se trataba de ribereños leoneses. Charlando con ellos, del jardín a la orilla opuesta -dos mundos encontrados-, perdí al ciego. Pasé mucho agobio pues, aunque no era precisamente simpático, me lo habían confiado esperando que supiera cuidarlo. Finalmente lo encontré refugiado del frío en una taberna, hasta la que no supe cómo había llegado.

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Una de las características del arte moderno no figurativo es que no hay progreso en la obra de un artista cuando se le individualiza y aísla de la melée. Es tan fácil ver el progreso en el arte, -el progreso personal, el hacerlo cada vez mejor- de cualquiera de los grandes artistas. Tómese un Tiziano joven y compárese con el Tiziano maduro o con el anciano para ver cómo su obra se ha ido movimiendo con el tiempo, con la progresión vital del propio artista. No hay que citar al Velázquez de El aguador de Sevilla, La fragua de Vulcano o el Mercurio y Argos. El aprendizaje del realismo, el interés por el clasicismo boloñés o el misterio final.

Incluso artistas tan enigmáticos y que surgen aparentemente perfectos, como Vermeer, pueden ser observados a la luz de lo que digo hasta con los pocos ejemplos de obra primeriza que se han conservado.

Ahora tómese un pintor moderno, descontextualizamos su obra y tratamos de ver progreso en ella, progreso en la elaboración y en las ideas. No sabríamos decir, si no fuera por la costumbre y la información, cuál viene antes y cuál después.

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Esa cualidad, la del progreso en su arte, es algo que los músicos han conservado porque hay elementos objetivos que la música necesita para ser y las artes plásticas no (están liberadas, gracias al arte moderno, de tales servidumbres). Un violinista o un cantante dan la nota exacta o no la dan, no hay subterfugios: no cabe decir que no la dan porque su intención real es no darla pues lo importante no es esa nota sino el discurso que el músico pretendería establecer, o interpretaciones aún más risibles. Y esa es la clave: risible.

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No sé por qué convertí al sacerdote V. en un experto en antropología y folklore español pero el caso es que interpretaba con una precisión de bisturí los orígenes moriscos de cierta procesión en la que los procesionantes se movían con gestos un tanto acalambrados y raros. Me propuso hacer un trabajo juntos en el que él pondría los textos e interpretaciones y yo las imágenes. Quedé encantado.

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Por qué habría de eliminar unas rosas silvestres, casi escaramujos, que nacen como pueden entre las losas de la iglesia de los Hermanos, actualmente en proceso de ruina.