Un fotógrafo sin cámara

 

 

Algunos de los que gritan ¡Bravo! en los conciertos se lo gritan a sí mismos por estar allí.

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Amarillo Waldstein, fuerte nevada. En su lecho de muerte Casanova escribe la última carta agradeciendo la sopa que una mujer le ha enviado.

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Se trata de un fotógrafo sin cámara. Doug Rickard pasa muchas horas ante su ordenador viendo imágenes de Google Street View. Cuando ve una que le interesa (generalmente suburbios y su gente de los USA) la fija y trabaja con Photoshop. Después la imprime y esa es la obra. Le han publicado un libro titulado A New American Picture y lo cierto es que, pasando páginas, consigue ofrecernos una visión bastante exacta de la Norteamérica suburbial.

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Esta mañana, de amanecida, era tremendo el aguacero. Han caído, según las noticias, sesenta litros por metro cuadrado. No apetecía levantarse de la cama. Acurrucado, mientras la lluvia golpeaba con fuerza en la ventana, andaba indeciso entre levantarme y comenzar con la cura, el hierro y el resto de cuidados o adormilarme de nuevo. Seguro que no saben qué opción ganó.

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Tengo mis proyectos aparcados, apalancados y con desgana. Un paisajito a medias, poner orden en el laboratorio, deshacerme de cosas que me sobran, los cien retratos de paisanos durmiendo en el olvido momentáneo. Parece que cuando el cuerpo se coloca delante las acciones pasan a mejor vida. Supongo que es un tema de encontrarse bien de nuevo, de adquirir vitalidad renovada y volver a encandilarse con lo que está fuera de mí.

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Mandé mi alma hacia lo invisible. A buscar algo al otro lado de la vida. Después de muchos días mi alma retornó y me dijo: «Tranquilo, yo mismo soy cielo e infierno«. Omar Khayyam.