Muerto y coleando

 

Rafael Romero, el Gallina

 

El actual director del museo Reina Sofía, Borja Villel, es un tipo realmente brillante. Existe una asociación ciudadana dedicada a criticar el gasto absurdo de los dineros públicos y la han tomado con él: no están contentos con que se destine tanto dinero a lo que no consideran arte sino ganas de enredar.

Pero se defiende muy bien. Viene a decir que las inversiones en arte son eficaces a muy largo plazo y pone de ejemplo el Prado, es decir, las colecciones de los Austrias. Apostilla que si no se invierte hoy no es posible otro Prado dentro de trescientos años. Un argumento de mucho peso.

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Al clavo que sobresale hay que remacharlo.

Antiguo dicho florentino.

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Los nacionalismos tienen su base real en la negativa a pagar impuestos al común. Los cubanos, -descendientes de españoles cuantos tenían algo que pagar-, decidieron que ya estaba bien de enviar dinero a un país que veían extraño. Sucede con el nacionalismo vasco que no llegaron a pagar las indemnizaciones por daños de guerra tras la carlistada y estuvieron demasiado tiempo sin contribuir a la caja común, por gracia de los Borbones, los mismos que otorgaron una autonomía que sobrepasaba con mucho las expectativas de entonces a cambio de ser aclamados como reyes de los vascos y luego fueron burlados en la Casa de Juntas de Guernica. Burla que fue el huevo del golpe de estado.

Volvemos a estar en las mismas, con regiones dispuestas a no contribuir a la caja común. Sólo que esta vez no habrá hundimiento del Maine ni ejército dispuesto a bombardear las Ramblas.

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Resulta interesante que los descendientes de españoles se miren en los escasos indígenas que dejaron sus antepasados, como si la ósmosis pudiese borrar al tatarabuelo soriano o coruñés y enlazar sus genes con los de Atahualpa.

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Debo haberlo oído a un militar: el buen soldado suele ser cobarde salvo cuando teme por la vida de los suyos.

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Bastante más grave que robar dinero es robar el pensamiento. Pero hay una venganza oculta que siempre alcanza al ladrón: la víctima del robo continúa pensando y, con los años, llega a acumular mayores riquezas. El ladrón renuncia con el robo a un alimento que era nutritivo y le permitía engordar a cuenta de otro. Y la mayor pérdida de todas: ya no puede fingir que la cartera es suya.

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No es agradable la gente pesimista pero no conviene asquear a los demás siendo excesivamente positivo.

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Veo en los noticiarios que siguen celebrando concursos y festivales de cante flamenco. Escucho a un menda quejarse de la mina cantando por tarantas y en un pueblo no muy distante de aquí dan un premio al mejor cante de trilla.

Por supuesto, ni hay trillas en las eras (tampoco hay eras más allá del recuerdo) y el de la queja no ha visto la mina salvo en película y no estoy seguro. Es flamenco de bote.

El flamenco tuvo una base real que era el mundo agrario. Fueron los gitanos andaluces, y algunos payos que por tiempos los imitaron o les enseñaron, quienes crearon y difundieron los palos por toda la geografía española, cuajando allí donde se daban las condiciones, como puede ser una familia con facultades para el cante y un modo de vida parecido al de origen.

Ni en Ronda se crían ya malacatones ni las gitanas de Jerez y los Puertos se amarran el pelo con una hebra de hilo negro. Ahora se tiñen de rubio platino y lucen mollas. Aquel mundo desapareció y con él los cantes, que daban razón de un modo de sentir y pensar la vida y la muerte. El equivalente de aquello, en peor, es el traficante de droga y su expresión es el lolailo o lo que sea que canten ahora. El futuro no pasaba por Camarón o Agujetas sino por los Chunguitos. Resultan bastante irritantes estos cantantes empeñados en ser cantaores a base de tocadiscos y sin concepto de la realidad. No, no es como interpretar a Mozart pues se supone que el flamenco no se interpreta sino que vive y colea.