Dos partes

 

CS

 

De haber invertido 1.000 € en acciones de Apple a principios de 2012 ahora tendrías 1.670 €. Pero si hubieras invertido en cocaína te habrías embolsado 182.000 €. Parece innecesario añadir nada*.

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Las buenas personas suelen sentirse inocentes de todo. Las que hacen el mal de vez en cuando saben de la culpa, que es un sentimiento que ayuda.

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Han creado un programa para ordenadores en el que abres la foto de un bebé y puedes ver cómo será esa criatura a lo largo de toda su vida, etapa por etapa. Es desagradable pero ingenuo porque falla en lo esencial: no incorpora la huella de la vida que es la que, más allá del devenir músculo-esquelético, conforma nuestra apariencia. Más breve: es ella, la vida, quien nos pone cara de lo que somos.

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Las reglas de la organización son las reglas de la vida. Las leyes del Estado son las reglas de una parte que quiere joder a la otra. Y nosotros no nos dejamos joder por nadie**.

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La culpa es de las dos partes, como ocurre siempre que hay dos partes.

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No me gustan los comerciantes en miserias humanas. Se justifican diciendo que las enseñan para moralizar o porque aman a los desgraciados pero lo cierto es que las tratan como si fueran un atajo hacia la notoriedad y el relleno de la cuenta corriente.

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La fascinación por el hijo-de-puta denota inclinaciones inconfesables.

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Leyendo el libro de Urbano sobre Suárez pienso que Fraga tuvo una visión miope y una lectura errónea de las fuerzas activas en la España de la Transición, pero acertó de lleno en su idea de excluir a terroristas, separatistas y comunistas. Nada bueno nos han traído y, si tenemos serios problemas de convivencia en la España del presente, a esos agentes se deben. Cuestión aparte es cómo hubiera podido hacerse.

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Trabajó conmigo en la juventud. Tenía cara de buena persona excepto cuando una sombra le pasaba por los ojos de tarde en tarde. Hoy la sombra se ha extendido y no es posible ver al que fue.

 

(*) El dato lo ofrece Roberto Saviano en su libro CeroCeroCero.

(**) Lo dice un mafioso y lo recoge el citado Saviano en el mismo libro.