El maestro de fragmentos

 

Autorretrato_de_Murillo

 

Leo en FB, y me sorprende por quien lo cuelga, a un escribiente afirmando que cualquier tonto puede aprender a dibujar. Va por delante que, a mis años, he visto más tontos entre los que escriben que entre los dibujantes.

Hacer una O con un canuto es muy fácil, dibujar un muñeco (véase la cantidad de modernos que saben hacerlo) también. Un Premio Nacional me dijo que pintar como Velázquez es fácil, que basta con ponerse a ello y repetir hasta que te sale. Siempre creí que lo decía porque era tonto de cierta parte anatómica indispensable para expulsar desechos. Pues no, hay más gente que piensa parecido y alguna, según el colgador de FB, de lo más brillante.

Cabe preguntarse qué entienden por saber dibujar. O, mejor: qué entienden por un buen dibujo. Como distingo con alguna claridad qué es escribir bien me siento autorizado a pedirles lo mismo con relación al dibujo. Soy pesimista, me da que la petición podría ser embarazosa, ateniéndome a las muchas tonterías que escriben, hacen y fingen. Y aquí se acaba, el resto es de pago.

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Del libro de Beevor sobre la Guerra Civil española. Habla Negrín, que no es personaje de mi agrado: «No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino; estoy haciendo la guerra por España y para España… No hay más que una nación: España.»

Bonita exaltación patriótica de no haber conspirado tanto para que los comunistas se apoderasen primero del ejército y luego de la República.

Resulta admirable el don de profetizar del Duce. La redacción es mía, cito de memoria.

Dos formas de ver las cosas. Franco desde el puesto de mando en la decisiva batalla del Ebro: «En 35 kilómetros tengo encerrado lo mejor del ejército rojo».

Mussolini, al mismo tiempo: «Hoy profetizo la derrota de Franco. Este hombre, o no sabe cómo hacer la guerra o no quiere.»

Como es sabido, la derrota de los republicanos en esa batalla significó la pérdida de las esperanzas de ganar la guerra y el hundimiento de la República.

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Es un deportista extraordinario a pesar de su edad: no hay chispa de grasa en su cuerpo pues dedica muchas horas semanales al ejercicio. El problema es que tiene las articulaciones machacadas y con ésta serán cinco operaciones en las rodillas. Con razón decía R que el mejor de los deportes es el tobogán.

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Pierdo el tiempo miserablemente y gano la vida: hoy sábado lo dedico a dibujar la cabeza de Murillo según el autorretrato de la NG de Londres. Lo que me ofrecen sus rasgos es un hombre que ha sido bien parecido –que todavía lo es en el tiempo en que se pinta–, seguro de sí mismo pues su mano obedece fielmente al cerebro, con unos ojos de pupilas grandes, oscuras y vivas; algo presumido también, probablemente. Y la despejada frente, limpia y llana como coso recién barrido: un hombre de mucho talento, no tengo duda.

Imposible olvidar las palabras de Palomino cuando dice que hubo un tiempo en el que su pintura servía «para cargazón de Indias». De ahí al Gran Estilo, dulcificado por una suavidad que sólo puede venir del carácter. Su fortuna personal e infortunio pictórico fue, como para Zurbarán y otros pintores de talento, que casi todos los encargos que recibió fueron de asunto religioso y es que, fuera de la Corte de los Austria, no había más patrón que la Iglesia.

Se suelen citar a Zurbarán y Herrera el Mozo como fuentes de inspiración. Es posible pero no hay en Murillo la dureza (magistral para los paños y bodegones en Zurbarán) de aquellos. Habría que saber lo que sucedió en su viaje a Madrid para ilustrarse con las pinturas de la Corte en1658 (dos años antes de la muerte repentina de Velázquez). Paisano del genio y amigo de viejos amigos de éste, es forzoso que tuviera que pasar por él para acceder a las Colecciones Reales. ¿Pudo ver a Velázquez pintando, como éste vio a Rubens en su juventud? Es posible y probable. No sugiero que el estilo suelto de Murillo sea fruto de ese encuentro sino que el encuentro se produjo porque Murillo ya estaba en el estilo suelto y nada mejor que conocer de primera mano al Rey de los Pintores para afianzarlo y certificar que estaba en el camino correcto.

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La memoria puede ser fiel y traidora al tiempo. De la Galería Nacional de Dublín recuerdo con nitidez algún cuadro espantoso de Yeats, el hijo pintor del famoso poeta, y una cabeza de Murillo representando a la Virgen María. Una cabeza de rasgos bien definidos tomados del natural. Quiero recordar que el cuadro representaba una Sagrada Familia pero el resto de personajes se ha borrado, sólo esa cabeza se quedó para siempre, nítida, precisa, reproducible.

(Vuelvo a ver el cuadro en la web de la NG dublinesa. El cuadro es dulzón, pleonásmico; la figura de San José, poco afortunada. Pero si nos quedamos con la cabeza de María estamos ante una obra maestra. Mejor dicho, como tantas veces sucede con Murillo: ante un fragmento maestro)