Ventajas de la gimnasia

Ese es el lamentable estado que uno presentaba cuando la inactividad física, el consumo desaforado de bollería, flanes y diversas clases de pudings habían convertido mi barriga en un mar de natillas (el pene enhiesto es a efectos meramente compositivos).

Así se gana uno la enfermedad del cuerpo y del alma. Glotonería, apetitos inconfesables, una vida ociosa y dedicada por entero al placer. Cuando los médicos se hicieron cargo de mí quise rematar ese ciclo vital haciéndome un retrato que mostrase mis vergüenzas a la posteridad.

Me ha salvado la gimnasia. Hoy miro a ese individuo y no me reconozco: mi vientre es plano y mi diabetes ha mejorado hasta unos límites cercanos a la curación, si ello fuera posible, que no lo es. ¿Debería hacerme ahora otro retrato de parecida guisa? Creo que no, por dos razones: mi espíritu ya no lo consentiría y -artísticamente- sería algo parecido a aquellos cartelones que ponían en las ortopedias de mi niñez: antes y después de utilizar la pata de palo.

La fórmula no es complicada y está al alcance de cualquiera que se lo proponga: fuera carbohidratos (salvo una tostada de pan integral al día con aceite de oliva), proteínas blandas (pollo, pescado y queso fresco) y abundante consumo de fruta y verdura. Largas sesiones en el gimnasio cada día y una misa semanal para limpiar el alma.