Amigo del alma

Abrió el maletín y me enseñó los contratos aún sin elevar a escritura pública. Había de todo: casas de lujo, áticos con vistas y alguna buhardilla. Anotaciones a bolígrafo, a lápiz, cantidades y signos para mí incomprensibles.

-Si te interesa hay trescientos mil.

-Eso es mucho dinero por tan poca cosa.

-Eres mi amigo del alma y te quiero como un hermano, ya sabes.

(Tal vez, pero antes deberías enseñarme de nuevo aquella casa que compraste. Creo que es la más hermosa que he visto)

-No me arriesgo. Desde la última vez se han estropeado de tal manera las vigas y forjados que es seguro tener un accidente.

Siento lástima. Llevo años soñando con ella y en cada uno de mis sueños resulta más grande. Es más bella que una villa de Palladio y no necesita cipreses ni colinas toscanas para superar todo lo que he visto. Tiene partes del XVIII y otras, como el gran lucernario del patio central en torno al cual se articula la casa, de una asombrosa belleza -hierro y cristal-, fueron realizadas en el siglo siguiente.

Sólo hay una zona inquietante, aunque decir eso no describa mis sentimientos: los sótanos y pasadizos desde los que se accede a los cimientos. Alguien o algo realmente peligroso habita ahí, aunque yo sólo he llegado a ver un gato la noche que me atreví a entrar con una linterna.