Contra pared o pantalla

La fotografía en blanco y negro se ve mejor enmarcada y contra una pared. La de color es más agradable en una pantalla, de proyección, de la tele, o del ordenador, sobre todo del ordenador.
El blanco y negro en un buen papel fotográfico tiene una gran presencia en la pared, nos llama. Es condensado, brutal a veces, nunca nos deja indiferentes. Tiene hasta su parte de suntuosidad si la foto es buena y está bien enmarcada. El color en la pared no funciona del mismo modo, parece un pariente pobre, alguien que necesitase demasiadas explicaciones. Aquí un lector bien informado dirá que la foto más cara hasta el presente es un aburrido stand de supermercado fotografiado por Gursky y positivada en un tamaño colosal. Hablo de fotografía, no de experimentos.
Como todas las imágenes, algunas aguantan muy bien el paso de los días puestas en una pared y otras se van borrando hasta convertirse en mancha indiferente. No siempre las más llamativas, las más venenosas a primera vista, son las que mejor aguantan. Recuerdo la obra fotográfica del poeta Stephen Spender, tan tranquila, tan poco llamativa -aquella imagen de la ropa tendida atravesando una calle suburbial- y que tan hondo se cuela sin que lleguemos a saber cómo.

No todos somos fotógrafos de guerra, de hechos crueles, testigos de las inmensas fechorías que unos seres humanos podemos hacer a otros. Hay gente muy tranquila recorriendo las calles, calles aburridas, en las que apenas pasa nada, esperando que los hados conciten una geometría y una luz que no nos deje indiferentes. Su valor, mayor que el de quienes osan desafiar a las balas, es de una índole muy compleja, sin una explicación fácil. Me recuerdan a los cazadores y pescadores de antes, de los que conocían el terreno y sus habitantes casi por su nombre y podían salir en su busca un día y otro, sin agotar la paciencia. Volver cada día con la cámara por disparar, la emoción del disparo y la seguridad -cuando se sabe que uno ha pinchado bien- de que se ha alcanzado el éxito. Un éxito para uno mismo, claro.

Dice mi amigo JC que la fotografía ha vuelto a sus orígenes: tarea gratis para gente acomodada y con tiempo que perder. Es un modo de verlo (él se refiere a la fotografía analógica en blanco y negro). El asunto no es dar a conocer tu trabajo, con internet es muy sencillo y puede costar cero euros, sino publicarlo y que la gente lo vea en las condiciones que tú deseas. Tampoco es importante: se puede montar una exposición para 30 o 40 personas, raramente habrá más cuya opinión te importe. Y editarlo muy bien y por poco precio. En ediciones tan cortas como otros 30 o 40 ejemplares. Edward Weston lo hizo así durante bastantes años y no se trataba de reproducciones sino de obra original encuadernada. Y lo mismo el fenómeno de su hijo Brett.

En pleno éxito de la recuperación historicista de la música barroca yo era un seguidor de Frans Brüggen (y de otra gente pero traigo a Brüggen por lo que sigue). No paré hasta verlo y oírlo en su concierto del Teatro Real, tras haber oído todos sus discos y leído cuantas entrevistas caían en mis manos. Al final, concluía, todo se resume en un consejo: «¡Soplad, malditos!». Pues eso, caminar y apretar el disparador de tarde en tarde. No hay más.