Me gustó mucho la película porque es justo apreciar la elegancia en el decir. Un tema resbaladizo, bastante viscoso, con el que hubiera sido fácil caer en lo épico o en lo sentimental y Beauvois pasa por encima de todo ello sin detenerse, ateniéndose a lo fundamental de la historia y ahorrándonos malos tragos.
La raíz cristiana, intensamente cristiana, está a la vista y no hay juegos malabares para ocultarla. Una comunidad de frailes perdidos en el Atlas argelino dedicada a sus oraciones y hacer el bien en las aldeas cercanas gracias a la condición de médico de uno de ellos. Así hasta que aparecen los terroristas islámicos y hay que decidir entre irse, quedarse o vivir bajo permanente vigilancia del ejército, algo inviable para la paz en que la comunidad necesita vivir.
Son humanos y hay miedo en algunos. Una catarsis colectiva, aislando y extirpando lo que estorba hasta encontrar la paz y la aceptación. Después se producirá el sacrificio pero el director tendrá el buen gusto de darlo por hecho con unas imágenes muy bellas. Y ya que lo menciono, diré que me parece una película de una belleza superior, sin codazos ni guiños al espectador, muy austera y contenida. La belleza se desprende de los seres y las cosas, sin ornamentos ni volutas innecesarios. Qué momento tan hermoso el que les procura una casette con una música mid-cult. Háganse un favor y no se la pierdan.