Talavera

La vieja carretera atravesaba la ciudad y enfrente de Nuestra Señora del Prado había un restaurante muy castizo y de ambiente taurino. Era entonces una ciudad más oscura, más pueblo, con más ceramistas y gente del ganado.

Ha cambiado mucho en todos estos años, desde que existe la autovía y aún antes. Con los años sustituí el restaurante estupendo por otro que hay pasando el puente de hierro y aún por otro más, al día y según la costumbre de este tiempo.
Conozco Talavera pero la he paseado poco, quiero decir que mi conocimiento es de tipo automovilístico, pero aún así he visto un par de iglesias que me han interesado, los restos de lo que fue muralla circundante y lo que la guerra civil dejó en pie, que es poco a tenor de lo que tuvo. Aquí se dieron muy fuerte y hubo muchas voladuras.
Me hace gracia el lugar y la poca gente que conozco me cae bien. Son simpáticos conmigo y seguramente no podría ser de otro modo pues son camareros y gente de servicio, de cuando paro allí a comer o refrescarme.
Cómo podría saber, hace treinta años, que una ciudad como esta iba a quedar prendida en lo sensible.