El juego de los vencejos

 

 

Lo de la intimidad en los blogs, según y cómo. Hay intimidades que son falsas y se nos venden como verdades de carnicero. Intimidades impostadas, terribilità y ganas de èpater les bourgeois. Algo parecido a cuando Cristóbal Hara quiso, hace muchos años, fotografiar el mundo de los editores de pornografía y encontró que eran gente de mesa-camilla, seguramente pajilleros irredentos al amor del brasero. No suele haber tema y, aunque todos recordamos a esos escritores que se abrieron paso a gargajo limpio (del verde, que da más asco) en persona eran mucho menos, poco más que un calvete (rapado se dice ahora) en camiseta.

Después de Hemmingway pegando tiros a los prisioneros alemanes y presumiendo de ello como si fueran marlines del Caribe, algo en lo que no difería mucho de los valientes gudaris peneuvistas cuya aportación a la liberación europea fue asesinar a soldados alemanes perdidos o aislados durante la retirada, poco nos puede llamar a escándalo. Es como la pornografía, obligada a repetirse indefinidamente o, estableciendo novedades, a mezclar bebés y camellos, por ejemplo, porque el juego tampoco da para más.

*

La verdadera pornografía, el escándalo, siempre es de orden moral. Acosar a las personas, actuar con impunidad, formar banda de matones para atacar por varios flancos; implicar a tus padres, a tus hijos, no saber dónde está la raya que no se puede sobrepasar. Aliarse con el enemigo de quien ahora consideras enemigo. Llegados a ese punto uno ya no sabe decir si está ante la inmoralidad o, sencillamente, ante la amoralidad más completa. En definitiva, salirse con la suya, acabar triunfando como Judith ante Holofernes aunque en el camino corra la sangre. Demasiados ejemplos en la prensa, demasiadas operaciones de castigo y esa advertencia que siempre flota en el aire: guárdate de quienes fueron víctimas porque terminarán siendo verdugos.

*

Resulta interesante qué terminamos por recordar de las personas, cómo la novedad borra como un raspador aquello que vimos de bueno, al punto de que ya no somos capaces de verlo. Queda la cara de un camarero, el color de una pared o los juegos de unos vencejos. El resto, como en la historia infantil, lo va devorando la Nada.

*

Hace unos meses me topé con el blog del chico mayor de A.T. Me refiero al que hace fotografía. No quise dejar pasar la ocasión sin saludarle y, al tiempo, desearle suerte en una profesión -no sé si llamarla así- de tanto riesgo y zozobra.

Alguien me pregunta por qué y yo no comprendo la pregunta. ¿Cómo no, si he visto nacer a esos niños? La gente que no distingue las líneas que antes mencionaba, los que llevan el odio cartaginés al punto de hablar a los hijos mal de sus padres. Cuánto dolor, cuánto resentimiento en un corazón así.

*

Al fotógrafo Castro Prieto lo visité una vez en su estudio porque A.T. me facilitó su teléfono. Fue por tanto hace bastantes años. Me atendió amablemente un rato y dejó la puerta abierta para ulteriores visitas que no se produjeron. Después, años más tarde, hablé un par de veces con él por teléfono y eso ha sido todo. Bueno, no todo: hice un post en el blog de Espada a propósito de una exposición suya que no me gustó lo más mínimo. El tiempo me ha dado la razón y he podido ver cómo un hallazgo casual se convertía en recurso formal sostenido y aburrido.

*

Me pasa otro tanto con Isabel Muñoz, a quien -sin conocer más que su obra- detesto como fotógrafa por cuestiones de concepto y no personales. Ese preparar la escena, ese mentir como si la hubiera encontrado, ese estilismo de corte barato impropio de un fotógrafo documentalista, consiguen alejarme por completo de lo que la gente llama sus logros.

*

Alix no me interesa nada. En cada país hay un par de ellos, por lo menos. Es a la fotografía lo que Alaska a la música, en un país que siempre prefiere los sucedáneos, tal y como ocurre con los paletos. Y no sé qué de la Bruja Avería o algo parecido que me han contado y no recuerdo.

*

Recibo un correo de un amigo que está lejos, muy consolador, muy amable por su parte decir esas cosas. No lo reproduzco aquí por no crear problemas y por no abrir otro frente más. Quién soy yo para enfrentarme a gente y organización tan poderosa, tan capaces de hundirte la vida y arruinarte.

 

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=IlNUpgptomQ?rel=0]

(La segunda pieza es «La Canción del Emperador» de Luys de Narváez, una variación sobre «Mille Regretz» de Josquin)