La mano tonta

 

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El asunto no es como me decía hace muchos años un artista, mayormente conceptual, fallecido y premiado: «Para pintar una mano como lo hace Velázquez sólo hay que echarle paciencia». No es cierto en absoluto, hay que echarle mucho talento, unos profundos conocimientos de la anatomía humana y un sentido de la percepción visual -y de su traslación al lienzo convertida en signo pictórico- inquietantemente por encima del resto de los mortales.

Pero sí es relativamente sencillo, a base de paciencia, hacer un cuadro hiperrealista. Lo primero que se precisa es una foto. Después se proyecta sobre el lienzo y se siguen escrupulosamente los contornos. Si eres norteamericano, donde hay muchos medios, hasta lo puedes hacer sobre un lienzo emulsionado fotográficamente, con lo que es ir rellenando el puzzle cuidadosamente. No hay que ser un manazas, eso es evidente, pero con aplicación y mucho de aquello que el conceptual, que no sabía pintar ni dibujar, adjudicaba a la gran luminaria de la pintura figurativa occidental puede hacerse.

En definitiva: a mí me resulta muy aburrido el hiperrealismo. No sólo porque no me deja sitio como espectador -son obras cerradas en las que tú no pintas nada- sino por el hecho fundamental de que es un ismo, esto es: una pintura programática. Viene del pop-art, es una consecuencia esperable de aquél, y si aburrido es visualmente para una mente adulta, se trata de un juego infantil desde el punto de vista de los significados. Hay que tener una mente fácilmente impresionable para disfrutar con esto.

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El realismo es otra cosa. No necesita alardes y está hecho por pintores muy ligados a la experiencia y, pienso, que en algún momento sintieron el satori, como diría un japonés. Una iluminación trascendente e inexplicable que marca la vida para siempre. Puede venir con la luz que atraviesa una ventana, un paisaje, un sonido, una palabra… Utiliza cualquier medio y deja enferma la sensibilidad y tocada para siempre. Por el satori se acepta todo, incluso la pobreza más extrema. Y no puede ser convocado por voluntad propia, por eso es -cuando se da- una cualidad de las mentes infantiles, ajenas a cualquier planteamiento positivo.

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Las obras van aumentando. Acabo de descubrir unas tablillas olvidadas con apuntes muy rápidos de paisajes cercanos. Hechas bajo un sol que devoraba los colores, sin tiempo para detalles.

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Ningún ser humano es una isla, pero frente a eso la vieja idea de no crearse enemigos dentro de una isla.

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Durante la noche no es difícil ver con claridad que el mundo es silencioso y frío, que está desnudo, y que en eso radica su terrible belleza.

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Oído en algún sitio: quema esa camisa pero sin quitártela.