Aberraciones

 

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Cuando entraron en este blog, que antes estaba en blogspot, y borraron todas las entradas también lo hicieron en mis cuentas de correo y en la de Facebook. Encargué el asunto a unos informáticos de confianza y, tras indagar a fondo, se percataron de que no se trataba de un ataque hacker sino de alguien que sabía mis contraseñas y las respuestas a las preguntas de seguridad, que eran sencillas conociéndome bien.

Cuando te sucede algo así te sientes inerme ante personas desconocidas que ostentan el raro poder de alterarte y misterizar tu vida (interesante expresión del poeta LPM cuando me llamaba para decir que no encontraba sus zapatos y que se trataba de su madre, que le quería misterizar la vida). Pero el shock dura el rato que invierten los profesionales en averiguar lo sucedido. Entonces el ectoplasma que metía miedo va adquiriendo forma y termina por tener unos rasgos muy definidos.

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Tiempo más tarde, cogieron unas fotos de mi trabajo sobre Cuba y montaron un blog usurpando mi identidad. En el texto que acompañaba las imágenes se hacían comentarios, ridículos hacia mí e insultantes hacia terceros. Todo ello, se puede imaginar, como si fuese yo quien lo decía. En este caso, el estilo literario era tan reconocible que no tuve dudas al respecto.

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A propósito de autorías, qué confusión existe en internet sobre este particular. Hace unas semanas andaba rebuscando información sobre pintores españoles, menores u olvidados, anteriores a la modernidad, Encontré una reproducción de un cuadro muy correctamente pintado, con una luz bien captada y ese estilo de pintura por valores tonales que me parece una expresión directa de la honradez del artista.

Internet lo ofrecía como obra de Fernando de Amárica, un pintor alavés a caballo entre los siglos XIX y XX que en algún momento recibió enseñanza de Sorolla. Sin embargo, no me cuadraba el asunto pues, habiendo vivido un par de años de la primera adolescencia en la misma ciudad, tuve acceso a algunas de sus obras y lo recordaba como un pintor muy pendiente del estilo, más que de la honestidad en el hacer.

Di con una web mantenida por una fundación dedicada a su memoria y pude asegurarme de que mis recuerdos eran ciertos: nada que ver entre la obra que había encontrado y lo que Amárica hizo en cada una de las épocas que allí se consignan. Como tengo una cierta costumbre de ver cómo la modernidad (esencialmente la influencia de Picasso) arrolló a artistas de buen hacer, había pensado que Amárica fue tal vez otra de las víctimas del primum vivere y que podría tener obra de juventud estimable. Nada de nada, olvidado justamente y sin posibilidad de recuperación. Pero subsiste el enigma del autor del cuadro que me gusta y no me siento capaz de saber quién lo pintó realmente.

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Esta noche, durante el sueño, he conocido personalmente al Mal. Tenía figura humana pero era tan oscuro y denso que no podía verle los rasgos particulares. Mientras yo le observaba machacaba en un matraz muy grande seres humanos como el de la fotografía que ilustra la entrada. A cientos, tal vez a miles.

El repugnante caldo que obtenía lo arrojaba con fuerza sobre otros seres humanos, que en el sueño eran como figuritas de una maqueta, y caían muertos en terrible agonía. Desperté horrorizado y envuelto en sudor aunque la habitación estaba fresca. Eran las cuatro y diez de la madrugada.

Volví a dormirme al rato, con el pulso ya tranquilo y esta vez llegaron sueños muy placenteros con ella, un viaje hasta la costa y una vista maravillosa desde el acantilado mientras un perro se ahogaba en la rompiente.

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Arremeten de nuevo contra la Madre Teresa de Calcuta. Insisten en lo mismo: era una mujer riquísima que fingía ser pobre. Resulta por completo grotesco, Qué personaje tan diferente al que nos figuramos leyendo sus cartas, dirigidas al confesor. Qué dudas sobre la fe, qué sufrimiento espiritual al tiempo que gastaba su vida en la ayuda a los excluidos de un país en el que esa palabra ofrece sentidos terribles. Hacer por ellos lo único que podía hacer: cuidarles los últimos días de sus vidas y cogerles la mano para que no muriesen solos.

Dos personas próximas a mí juntaron sus vidas con la Madre Teresa. X era una de las mujeres más bellas del Madrid de mi juventud. Independiente, segura de sí misma y sin inclinaciones religiosas. Por curiosidad, como el que va a visitar un jardín de especies raras, quiso conocer a la santa en un viaje por la India. Mi amiga era para entonces una punkie de cabeza rapada y con algunos elementos metálicos en lugares inapropiados. La Madre Teresa le cogió las manos y ella sintió algo tan fuerte, tan extraño, que no volvió a España. Hoy atiende en su muerte a los excluidos de otra triste ciudad. Su belleza sigue intacta aunque pesa la mitad de lo que pesaba.

X2 es un arquitecto renombrado. Una persona de creencias, ha hecho de su vida un servicio a los demás. Recién acabada la carrera se fue con un compañero a ayudar a la Madre Teresa en su obra. Ella los recibió con interés y se ofrecieron para proyectar una mejora de las instalaciones o diseñar nuevos centros de acogida. La Madre los escuchó en silencio y luego les dijo: «Muy bien. Vayan haciendo aquellas camas. Son de unos leprosos que han muerto esta noche y vendrán otros a ocuparlas«.

Madre, nosotros lo que queremos es ayudar de otro modo. Somos arquitectos y podemos serle de utilidad usando nuestros conocimientos.

Muy bien, vayan haciendo aquellas camas.

X2 recibió una dura lección que ahora recuerda conmovido. En cuanto a la comida, cuenta cómo se servía primero a los enfermos y personas que acudían en busca de ayuda. Lo que sobraba en el fondo de la marmita, si sobraba algo, era lo que comían las monjas.

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Las personas nos rendimos ante la belleza porque es un don. El ser que es bello resulta admirable pues no ha hecho nada para merecerlo. Alabando la belleza estamos alabando la obra del Creador.

La inteligencia nos impresiona menos pues sabemos que, llevada a extremos, es también un don pero puede cultivarse y fingirse. La belleza no se finge, resulta imposible, y no hay nada tan grotesco como la belleza artificial obtenida en quirófano y con ortopedias. No estamos ante un ser bello sino ante un monstruo.

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Es probable que la juventud siempre haya sido idiota tratada como colectivo. La diferencia conceptual entre el Rascayú o la Pelona de nuestros padres y lo que escucha el bacaluta por la radio del coche, a toda pastilla (y es consciente la elección de la frase), resulta nula. Tal vez sea que los humanos, como los monos, no somos capaces de divertirnos sin esa falsa alegría que procura la estupidez.

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Actualmente la clave del éxito está en la falta de piedad. Sé compasivo con tus adversarios o compañeros y habrás encontrado la forma más rápida y directa para ser un don nadie. Para triunfar en tu disciplina o trabajo has de tener algunos de los rasgos del verdadero psicópata y éste de la falta de piedad es tal vez el más significativo.

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Hablando de psicópatas yo creo que Bárcenas, que es un tipo listo y no afectado por más enfermedades del alma que la ambición y la avaricia, tiene más delito que Bretón, el asesino de sus hijos.

Mientras el primero debería pudrirse en la cárcel hasta que no devuelva el último céntimo, el segundo tendría que ser ingresado de por vida en un psiquiátrico vigilado (porque resulta un peligro) y medicado convenientemente.

Ha actuado no como ser humano sino como animal, destruyendo las crías que tuvo con la hembra mientras formaban pareja, para castigarla por haber elegido otro macho. Con una total falta de compasión y de remordimientos, los rasgos que identifican al psicópata peligroso.

¿Pero qué hay detrás de la palabra psicópata? Muchas cosas que ignoramos pues nuestros psiquiatras sólo son capaces, hasta ahora, de identificar unas cuantas disfunciones cerebrales a las que han puesto nombre, salvando a quienes las padecen del etiquetado general de locos, verdadero cajón de sastre. Cuando menos han conseguido, gracias a la  investigación en medicamentos, nombrar tales enfermedades y trasladarlas de la magia a la ciencia. Hay que esperar nuevos avances y el rescate de zonas de oscuridad, su traslado a la luz y, consecuentemente, la creación de nuevas identificaciones que puedan ser tratadas como lo que realmente son: mal funcionamiento químico cerebral. No olvidemos que un esquizofrénico, que ahora es medicado con éxito y habilitado para una vida razonablemente normal, fue quemado en la hoguera por brujo o adorado como portavoz de los dioses. Situaciones aberrantes en todo caso.

Volviendo al desdichado Bretón, me ha hecho pensar en aquella escalofriante situación que se dio cuando el FBI ofreció a un traficante de poca monta ser trasladado a la prisión en que paga sus delitos un asesino en serie de muchachas al que sólo se le habían podido probar unos cuantos asesinatos de los muchos que, sospechaban los policías, había cometido. El trato era hacerse su amigo y obtener información sobre los crímenes, a cambio de la libertad para el traficante.

Fracasó en el intento pues el asesino era muy inteligente y advirtió la trampa pero lo interesante del caso es el relato que se hizo de la experiencia. Y de todo ello llama la atención que, como otros psicópatas para cuya enfermedad todavía no existe nombre (el término psicópata no es relevante pues sólo significa enfermo de la mente) reunía unas cuantas condiciones que son repetitivas: parecía una persona completamente normal hasta el punto de que el sheriff de su pueblo nunca creyó que fuese el autor de los crímenes pues le consideraba por completo incapaz; era un excelente planificador y estratega, carecía de compasión hacia sus víctimas, creía que actuaba en justicia y no sentía remordimientos.