La vasca es la raza más noble y bella

 

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Fabritius es conocido, sobre todo, por su triste historia: discípulo querido de Rembrandt y maestro de Vermeer, murió a los 32 años en la explosión del polvorín de Delft, su ciudad y también la de su famoso discípulo, a cuyas puertas hacía guardia. Creo que nadie tiene la menor duda de que, con todo el talento demostrado hasta la fecha de su muerte, estaba llamado a ser uno de los grandes pintores barrocos.

Su cuadro más reproducido, y comentado, es el del jilguero encadenado por una pata a la jaulita en la que vive. Un cuadro tierno y sensible, que viene gozando del favor del público desde hace generaciones. Pero hay más, bastante más. Por ejemplo: comparto la idea de que el «Jinete polaco» de la colección Frick es de Fabritius y no de su maestro Rembrandt.

En esto de las atribuciones se mueve uno siempre en terreno cenagoso porque mañana puede aparecer un documento de venta firmado por Rembrandt pero el olfato me dice que el cuadro no es suyo, si bien he mantenido tal idea durante los años de mi juventud. La sensibilidad con la que está pintado, y cierta delicadeza, me lleva a pensar en Fabritius.

Nunca será un pintor de masas, lo impide su corta obra y una sensibilidad que no se inclina a lo fácilmente digerible. No tiene los atributos convenientes en cuanto a lo pictórico y carece de biografía legendaria, que ayuda mucho. Un hombre joven reventado por una explosión cuyo mayor mérito –parecería– es haber servido de puente entre dos genios. Para los pintores, al menos los que disfrutan todavía con la buena pintura, es musica reservata, pintor de pintores.

Tanto preámbulo para decir que he hecho para mi disfrute un dibujo de la cabeza de su autorretrato. Un joven que esboza una sonrisa, de labios carnosos y sensuales, ojos velados por la sombra pero que miran con inteligencia desde atrás. Lleva puesto el peto de una armadura, está cumpliendo algún tipo de servicio militar. En la cabeza un gorro que parece de astrakán. Está pintado deprisa, poco más que esbozado aunque todo está en su sitio, bien valorado y en el plano que corresponde. Seguramente es el mismo atuendo con el que murió. Eso me conmueve y arrastra a poseer (el deseo de pintar es siempre poseer algo que quieres que no desaparezca) su cabeza, a quedarme con la vida que habita todavía en él, ajeno al desastre.

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La realidad es un continuo indivisible pero necesitamos trocearla –matarla– para poder conocerla y hablar sobre ella. El entomólogo ha de pinchar la mariposa en un alfiler para ver el detalle, no puede hacerlo mientras el insecto revolotea en plena vida. Muertos los peces del mar.

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Es de Lenin: «Reconocemos plenamente la legitimidad, el carácter progresista y la necesidad de las guerras civiles».

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Y lo que sigue es de Sabino Arana: «Si a esa nación latina (España) la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo».

«La vasca es la raza más noble, bella y singular pues no tiene ningún punto de contacto y fraternidad con las razas española o francesa, ni con raza alguna del mundo».

«Los españoles más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna: su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad».

Estas maravillas –y muchas más que desconocemos pues el archivo del fundador del PNV está vedado a los investigadores que no tengan ocho apellidos vascos– están en el origen del separatismo, alambicadas en un catolicismo rancio que prefirió a los asesinos sobre las víctimas y sustanciadas después en el marxismo-leninismo y la retórica de la lucha heroica contra el invasor español.

Cuando leí que los seguidores de Arana quisieron negociar con Hitler un armisticio tan pronto la cosa se puso fea y los valientes gudaris salieron por patas (su lealtad al Frente Popular no iba más allá del reconocido derecho a la independencia) no me extrañó lo más mínimo. La diferencia entre peneuvistas y nazis sólo estaba en que los segundos eran aliados de Franco y no estaban dispuestos a reconocer la independencia ni de una chalupa vasca en alta mar.

Me agrada pensar que algún día el archivo de Sabino Arana –un santo civil, de comunión diaria y escaso trato con la esposa salvo para procrear– terminará siendo público y secularizado. Y una de dos: se condena a la hoguera por racista, algo que no haremos por nuestra mayor y mejor dignidad humana, o servirá para que los niños se rían en las escuelas y los adultos en comedias cinematográficas.

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En las cárceles del tirano hubo muy pocos demócratas y muchos comunistas. La identificación de unos con otros es altamente ofensiva para sus descendientes.

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El Patrimonio Histórico de España ha sufrido tres grandes devastaciones: Napoleón, las desamortizaciones y el Frente Popular. A ningún historiador, que yo sepa, se le ha ocurrido establecer una comparativa rigurosa en datos y cifras.

El ilustrado Azaña, odiador por ideas de la Iglesia Católica, amparó y toleró la quema de iglesias, conventos, monasterios, palacios, el expolio de bibliotecas históricas y la destrucción de obras de arte de tema religioso. Fue un deporte o un entretenimiento para los agitadores mientras el autor de «El jardín de los frailes» –sobrevalorada novelita– miraba hacia un futuro lleno de grandezas, sin la esclavitud de la religión. Ello no le impedía escribir en su diario: «Hoy (escribe un mes después de las debatidas elecciones) nos han quemado Yecla: 7 iglesias, 6 casas… y el Registro de la Propiedad. A media tarde incendios en Albacete, en Almansa, Ayer motín y asesinatos en Jumilla. El sábado , Logroño, el viernes Madrid: tres iglesias. El jueves y el miércoles, Vallecas…  He perdido la cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias y conventos». Se trataba del comienzo, fue a más y peor.

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En Cataluña también se planteó la defensa de la raza catalana (sic). Esquerra publicó un manifiesto para la defensa de la rassa que anda por los archivos. No hay que asustarse, va de suyo pues el nacionalismo necesita del racismo como el pez del agua. Quien haya sido negro en Bilbao sabe de lo que hablo.

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La mayor falacia de todas es identificar eso (comunismo, racismo separatista y otras linduras) con democracia. A no ser que alguien piense que Stalin (que fue por el bando republicano quien dirigía todo) era un abanderado de la causa democrática. Quien así piense debe hacérselo mirar cuanto antes, por su salud mental y la tranquilidad de todos.

El tirano despiadado, Franco, no se sublevó para destruir la democracia sino que la destrucción de la democracia por el Frente Popular nos regaló al tirano.