Límites para lo digital

Este no es un blog en el que se prueben cámaras o películas aunque algunas veces he hablado de ambas cosas. Ese tipo de blogs son útiles pero tal actividad me aburre y empereza más de lo razonable.

Ahora, al poner el mercado nuevas películas y reveladores a disposición de los indignados analógicos, el asunto vuelve a recrudecerse, cuando uno creía que eso eran cosas de juventud, de revistas como aquella inefable -y horrorosa- que se llamó Arte Fotográfico, que tanto juego daba a los aficionados a tomar fotos bajo algún tipo de condicionamiento técnico (Tri-X tirado a 1600 y revelado en tal o cual brebaje, ponían en el pie de foto como si eso fuera a justificar la foto o su permanencia en el mundo).
Estos días he andado enredando con un animalito digital de mil pares de narices: un respaldo Leaf para cámaras de grande y medio formato. Respaldo que se desarrolla y fabrica en Israel y cuya fábrica fue absorbida por los daneses de Phase One, que no se han atrevido a eliminar a la que era su competencia más directa. Ello porque los Leaf tienen algunas características que, sin hacerlos mejores, los hace únicos y porque están firmemente asentados en el mercado norteamericano.
La calidad en términos de resolución y la rendición de color son asombrosas. Ya no hay el refugio de decir que sigue dando mejor lo analógico cuando se trata de formatos medios y grandes. Digo esto porque he trabajado mucho no sólo con cámaras de medio formato sino con las de formato grande en 4×5, 5×7 y 8×10 (en pulgadas) y tengo en casa positivos para comparar.
No, el reino analógico ya no se puede sustentar en el «sigue dando mejor». Da bastante mejor (en los términos de arriba, no hablo de elementos expresivos) el digital cuando es un sensor grande el que reproduce.
Los límites pues, descontado el precio, vienen de la propia naturaleza de lo digital, esto es, de la necesidad de alimentarse de una fuente eléctrica, sea en forma de batería o de conexión a un ordenador. Imaginen un viaje, qué sé yo, a los confines del río Omo. ¿Dónde recargaremos las baterías? Ni siquiera podremos hacerlo en Cuba donde, fuera de los hoteles, impera el 110v. Eso salvo que queramos cargar con un transformador que tal vez funda toda la instalación.
Viajar con película tiene sus ventajas en cuanto uno se aleja de las comodidades de la vida moderna: un rollo sin tirar o un rollo revelado son objetos inertes, que contienen nuestro trabajo en potencia pero que no necesitan de electricidad alguna. Tal vez una pila de repuesto para el pequeño fotómetro si no somos capaces de calcular la exposición a ojo o trabajamos en color, siempre exigente.
En resumen: lo digital se ha inventado para el primer mundo, tal vez para algunos lugares del segundo y de ninguna manera para el tercero por lo que habremos de meditar mucho y bien dónde utilizarlo.