Efecto gruyère

 

 

Se presenta cada vez con nueva forma, como si de tal modo no pudieras reconocerlo pero siempre está ahí. Se va olvidando el cariño que un día les tuviste, el afecto profundo que te hubiera hecho dar la vida por ellos. Se lo va llevando el tiempo, tu memoria comienza con el efecto gruyère y podría parecer que nunca hubo nada. Te dices, te interrogas, miras dentro de ti tratando de sentir todavía un rescoldo y sólo te responde el silencio. Pero un día quisiste a esas personas, algo debe quedar y te das cuenta de que lo único que resta son los males, el motor que todavía te mueve a convertirlos en personajes de blog.

¿A quién le importa? A mí, desde luego, porque el engaño, la traición de los sentimientos convierte y falsea tus años jóvenes, te deja en el papel de idiota y puedes no sentirte a gusto en esa piel. Eso te revuelve y recarga los cartuchos. Sabes que estás condenado a repetir el papel porque mala es la traición pero peor aún es haber inficionado en viejos amigos el veneno de la duda o del aborrecimiento. Pero, ¿lo eran?

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Los tiempos modernos andan muy escasos de sensibilidad. Me refiero al siglo pasado y a lo que llevamos del presente. Poca sensibilidad y mucha sensiblería. La vida nunca ha tenido tanto valor como ahora y -a pesar de los debates abortista y eutanásico, que podrían inducir a error- la vida humana se respeta más que nunca.

No hace falta ir muy atrás. Veamos el siglo XIX, un siglo mortal, plagado de guerras y miserias, un siglo que, desde el punto de vista que estoy adoptando en lo que llevo escrito, sería para olvidar. Y sin embargo es un siglo cuajado de sensibilidad, hasta el punto de que los mejores hombres del siglo XX provienen del XIX, de la sensibilidad decimonónica.

Creo que no hace falta que saque la enorme lista de músicos, artistas y escritores (estoy dejando aparte a la ciencia voluntariamente) a los que debemos todavía tributo. Cuando el siglo XX se pone en las suyas lo que aparecen son cosas como el futurismo y sus variadas versiones nacionales, ultraísmo y tal. Mandangas que no soportan la comparación sensible con sus equivalentes del XIX.

Llevo muchos años haciéndome estas preguntas, que son muy sencillas y, probablemente, poco correctas desde el punto de vista académico (me refiero a la academia moderna) y las respuestas son aún menos correctas.

Ayer veía dos obras artísticas del presente, en diferentes medios, una en internet y otra por la tele. Se trataba, en el primer caso, de un fragmento pintado por Lucien Freud: un torso de hombre maduro, una especie de Heracles modelado por Fidias, con una potencia que lo despegaba del soporte. Sucede que Freud es un hombre del XIX -me refiero a su sensibilidad- aunque los críticos al uso digan lo contrario.

La segunda obra era un vistazo dado por la cámara a una retrospectiva del artista Nacho Criado, a quien tuve el gusto de conocer en vida aunque lo traté muy poco allá en la juventud primera. Un hombre que me dijo algo asombroso entonces y que traduzco como mejor puedo: pintar una mano como lo hace Velázquez es sólo cuestión de tiempo y paciencia. Dios, si fuera verdad.

El caso es que su obra, experimental, conceptual, futurista y lo que se quiera llamar no resistía la comparación con ese fragmento de Freud. En ningún sentido y no me vengan con cuestión de estilos, intenciones o cual cosa sìa. ¿Se trata de dos obras de arte, no? Pues entonces se puede y debe establecer un juicio sobre ambas al tiempo.

El caso es que ese torso tantas veces citado se unía -para mí- a la tradición y a la sensibilidad que hay tras ella. Me habla de las grandes palabras del Arte, es un Perseo que se enfrenta a Medusa sin ayuda de espejo y termina ofreciéndonos los despojos de su sensibilidad desnuda. En el caso de Nacho Criado es un jugueteo inocentón con los conceptos -conceptos bobalicones- y las formas, algo por completo irrelevante. Podemos pasar sin ello perfectamente, no nos afecta en ningún sentido. Es arte-voluta, decoración en el mejor de los casos, pajas mentales de uno que dicen es fundamental en el arte del siglo XX español.

Dejo atrás los ejemplos y me centro: ¿Por qué el siglo XX y lo que llevamos vivido del presente no están produciendo un acervo sensible importante? ¿Dónde están las obras que suman a lo conseguido por los grandes hombres del XIX? No busques porque no hay. Si acaso ejemplos aislados aquí y allá, gente nacida fuera de siglo como el citado Freud y otros que se podrían citar.

Pero lo importante no es eso sino la actitud del hombre ante la vida, y con esto esbozo una respuesta sin querer entrar demasiado en el cenagal: fuera de las grandes creencias no hay arte posible, sólo un sálvese quien pueda.