Cortina oscura con lente

 

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La fotografía es una de las formas que adopta el arte. Se perfeccionó  en el siglo XVI mejorando el diseño de la cámara oscura pero hasta el siglo XIX no hubo nadie que hallara el modo de fijar las imágenes para conservarlas. Desde el comienzo fue una herramienta de pintores y, aunque no puede decirse que todos los fotógrafos hayan recibido ese tipo de formación, es interesante observar que una parte importante de los grandes fotógrafos pasaron antes por la formación pictórica. Es lógico si tenemos en cuenta que hay estrechas correspondencias en el plano formal entre ambas artes a pesar de sus grandes diferencias finales.

Al principio, la cámara oscura tuvo como misión ayudar a los pintores y dibujantes en la tarea de visualizar escenas en dos dimensiones a partir del natural. Llegaron a hacerse cámaras oscuras tan grandes como estancias. Es conocido que Vermeer pudo ayudarse de uno de estos aparatos para componer sus cuadros y aun para dibujarlos en el lienzo. Si miramos sus obras pensando en ello nos daremos cuenta de que su punto de vista es fotográfico, así como el tipo de contraste entre luces y sombras. Quienes hayan observado escenas en el cristal esmerilado de una cámara moderna de gran formato (las de fuelle) y conozcan las pinturas de este gran artista habrán podido observar demasiadas coincidencias en la disposición de los temas como para ser casualidad. Se dice que Caravaggio y Velázquez también utilizaron cámaras oscuras muy grandes y eso les permitió agilizar el trabajo. Lo cierto es que sigue siendo un enigma pues, aunque parece que se encontró una cámara oscura entre los enseres de Vermeer -o al menos eso se dice-, no se habla de ello en la testamentaría de Velázquez ni se mencionó entre las cosas que dejó Caravaggio tras su misteriosa muerte o asesinato.

Pero tal extremo no es concluyente pues, como David Hockney demostró en un vídeo que antes estaba accesible en Youtube y ahora no soy capaz de encontrar, una cámara oscura puede ser una simple cortina negra con una lente que permita proyectar la escena en la pared o el lienzo.

En el siglo XIX los pintores de retratos adoptaron muy pronto el invento y terminaron por abandonar la pintura. Fue, en términos reales, la democratización de una forma de la pintura -el retrato- antaño sólo reservada para las grandes familias. A partir de la invención de la fotografía la gente pudo conservar imágenes de sus antepasados y se hizo realidad el viejo deseo romano: «Hacer del César un Dios y del hombre un César«.

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 En el jardín de un palacio hay un grupo numeroso de gente. Van todos muy bien vestidos y una persona que me es conocida, viste un blazer azul marino y unos pantalones gris claros, camisa blanca y corbata azul celeste. Hace un discurso incomprensible al que no presto atención. Detrás, envuelto en una manta gruesa, de la cabeza a los pies y formando un bulto minúsculo que recuerda en todo a la foto de las mujeres fotografiadas por Irving Penn en las montañas del Atlas que me envió M. para que se la comentase. Al contrario de lo que puede parecer, las que salen en la foto de Penn no son mujeres castigadas a vestir así sino bailarinas tradicionales que van deshaciéndose durante el baile, muy despacio, de tales vestimentas hasta quedar semidesnudas, en una danza cuyos movimientos y consecuencias parecen imitar a la mariposa que emerge de su crisálida.

Pero en mi historia quien está bajo la manta es Franco. Se oyen comentarios acerca de que es posible que ya esté muerto por lo peculiar de presentarlo de tal guisa. Y por allí anda su mujer, que hace pensar a los concurrentes que todo es posible. Pero la ficción se mantiene y el orador continua con su perorata, glosando los logros alcanzados en el último año.

En mi ciudad es noche cerrada y sólo quedamos en la terraza la difunta C. y yo. Me ha traído el libro de un fotógrafo que no conozco, uno de esos fotógrafos cuya obra -por ser un fotógrafo de estudio comercial- ha permanecido oculta. Nada me llama la atención salvo una foto de los barrancos del Júcar en su parte alta. Es blanco y negro y está muy bien resuelta aunque vuelvo a reflexionar que no me interesa el paisaje fotografiado. Comento a mi interlocutora que, cuando una foto es buena, salta de la página como un gato encerrado al que hemos cogido desprevenido y brinca por encima de nosotros buscando salida.

A la ida he pasado por la presa recién hecha, pequeña, lo justo para abastecer el pueblo. Son recuerdos de la que hicieron en la garganta Descuernacabras, por debajo de donde el arroyo Venero Frío pasa a ser garganta, un curso de agua estacional, en este caso, en el que habitaba la nutria, el lagarto verdinegro que se lanza a la corriente para cazar y una trucha endémica que las repoblaciones administrativas se han encargado de extinguir. Vadeo como en los viejos tiempos pero con ropa corriente, siento frío en las piernas y debo levantar los libros que llevo encima para que no se mojen. Al llegar a la zona panda, donde se acumulan las arenas lavadas por la corriente y separadas del légamo y arcillas, hay un padre enseñando a pescar a su hijo y eso me hace recordar la llegada de mi padre, cada tarde de primavera y verano, en el tren de vía estrecha y a mí con las cañas preparadas para echar los señuelos al mar ese par de horas antes de la cena.

Vuelvo a casa ya seco. Es un camino intrincado festoneado de retamas y jaguarzos. Pienso en mis hijos, que estarán lejos, viviendo sus vidas y sé que moriré solo, que la sirvienta me encontrará como encontraron a J. y será ella quien llame por teléfono a los chicos al otro extremo del mundo, que tardarán en llegar y hacerse cargo de todo. No hay tristeza en el pensamiento sino la certeza de que morimos solos, lo estemos realmente o rodeados de las personas queridas.

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Cometía serias maldades pero sabía que lo mejor es publicar que ha sido victima previa de aquellos a quienes acomete, aunque no sea cierto. Tal vez unos cuantos no le creyesen pero siempre hay gente dispuesta a hacerlo porque, en la vida, funciona lo de las afinidades electivas de que hablase Goethe. Siendo víctima se protegía, creaba un escudo, y podía hacer atrocidades con los demás, aplaudido por quienes le encuentran arrebatador. Sin embargo, poniendo sus relaciones sobre la mesa, todas han ido terminando mal.

Da igual tener la razón, contar verdad o mentira: nuestros partidarios -los que sean- siempre nos creerán y en eso se apoyaba. Después vendrá la cosificación del adversario, un pecado contra el espíritu de los que no se perdonan.

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Un amigo del pasado me pregunta si realmente le tuve en alta estima. Así, de una manera brutal y directa. Han sido tantas las cosas malas sucedidas después que, si lo aprecié, ya no me acuerdo.

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Estas notas, que un amigo quisiera ver publicadas dado que es muy amable pero que yo dejo aquí, a expensas de que desaparezcan como las pinturas con arenas coloreadas de los navajos, me sirven para muchas cosas. El hecho de tener lectores o no es por completo irrelevante aunque las estadísticas del sitio me dicen que tengo más lectores que bastantes poetas reputados. Como sirven para todo lo que me parece, pertenezca o no a la literatura diarística al uso, puedo comentar que ando preocupado con la salud de mis padres. El cuadro general no es bueno aunque hayan alcanzado ambos una edad impensable hace un siglo. Quién puede ser indiferente a la caída de una torre poderosa, cuya potencia te admiró, y a la pérdida de la memoria de quien, ademas´de traerte al mundo, fue tu mejor amiga en los años en que la necesitabas. Es la vida que quiere entrar en la fase de crisálida pero, aunque sepamos que de allí saldrán mariposas, no deseamos que eso ocurra con las personas queridas cuando todavía no están en situación de padecimientos.

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Pasan de nuevo por National Geographic una serie documental sobre los cazadores de nazis, algunos famosos y otros no tanto. Resulta interesante saber que, cuando no podían hacer otra cosa porque no había de dónde (las más de las veces porque se trataba de individuos sin relevancia alguna), creaban una campaña de difamaciones y calumnias en su entorno, invirtiendo papeles y haciendo cosa de un ser humano con sus pecados o no pecados a cuestas. Felipe II («Yo, la muerte» gustaba firmar a veces) fue más compasivo cuando ordenó la muerte del traidor Antonio Pérez diciendo: «Mátesele, pero no tan deprisa que no le dé tiempo a arrepentirse».

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Las atribuciones de autor en internet son un caos. Hace unos días encontré la reproducción de un bonito cuadro que se atribuía al pintor alavés Fernando de Amárica. Me resultó chocante pues, cuando viví unos años durante la adolescencia en la capital de aquella provincia, pude familiarizarme con sus cuadros y ver alguno más en el museo de San Telmo de San Sebastián. Lo tenia por un pintor amanerado, más pendiente del estilo que de observar con sensibilidad lo que tenía delante. El hecho de haber recibido algunas clases de Sorolla no le hizo mejor. Sin embargo el cuadro en cuestión es honesto y nada preocupado por el estilo, en esa actitud que consiste en atrapar los valores tonales y cromáticos, colocarlos en sus plazas y permitir que el cuadro, además de la luz y el momento, nos hable de esa batalla librada contra la poderosa realidad y de haber conseguido regresar con algo coherente entre las manos.

Y ahora viene la pregunta de siempre cuando no se sabe de quién es una obra que está bien y resulta digna: ¿Quién lo hizo? No tengo suficiente paciencia para buscar, si es que figura, el verdadero autor en internet. Otras cosas más urgentes me apremian. Seguro que alguna persona joven y con poco que hacer termina por encontrarlo en esa maraña. Yo me rindo a la tercera página.