El realismo extremo es muy aburrido porque ignora la cuestión fundamental de la pintura: pintar como querer es igual que pintar como se ve. El exceso de detalle va contra la visión natural, el ojo humano sólo ve con detalle máximo aquello que enfoca, manteniendo desenfocado el resto.

Parece que las aves rapaces son capaces de enfocar siempre al máximo de detalle porque necesitan ver a su presa con toda definición, más allá del juego camuflador de la luz y la sombra. Justo lo opuesto de nuestra visión, que percibe los bultos emergiendo o fundiéndose con el ambiente que les rodea mientras no centremos en alguno de ellos el enfoque.

De igual modo, el impresionismo programático es un error pues nuestra visión es capaz de enfocar selectivamente y recrear el mundo visible con sus fundidos y aristas, con sus zonas desenfocadas y otras percibidas con nitidez. La pintura polvorón, por luminosa y agradable que sea, lucha contra la evidencia.

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Un cuadro realista se empieza por grandes planos y se acaba con planos pequeños. El exceso de detalle fatiga y aburre a partes iguales. Si colocamos un cuadro de Mayno junto a un Velázquez veremos que los borroncillos crueles (en términos del tratadista) con que pinta el sevillano nos ofrecen el mundo de un modo mucho más creíble que el fraile detallista.

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Un arquitecto francés ha descubierto un pasadizo en la Gran Pirámide, tan estrecho que no cabe un niño. Han debido fabricar un pequeño robot para investigarlo. El conducto alcanza una estancia en la que se encuentran unas puertas con tiradores de bronce. Descontado el absurdo de colocar esa cámara que ningún ser humano puede ver con los ojos (pensemos en las almas de los muertos) el verdadero misterio es que el bronce no se crearía hasta mil años más tarde.

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Un principio general es que lo duro puede cortar lo blando pero difícilmente al revés. Hay que dejar alguna posibilidad abierta por razones que un versado en física puede comprender aunque es bastante raro que la mantequilla corte el cuchillo.

Y en tal sentido, Göbekli Tepe. Un verdadero enigma que desconcierta a todos. Dejémoslo en que tiene algún tipo de explicación que todavía no comprendemos.

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Quien carece de inteligencia suele estar ornado de astucia. Es bastante común. Sacan pecho a lo machote sabiendo que andan sobre seguro, que están ante personas que valen más que ellos y que, por eso mismo, serían incapaces de causarles daño. Sin embargo, suelen tentarse la ropa cuando saben que tienen enfrente a gente de su calaña.

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Resulta imposible que los seres humanos no humanicemos todas nuestras actividades. Tal sucede con internet: gente estupenda, buenísimas personas, verdaderos indeseables y gente encantada de haberse conocido. Como la vida misma.