Menudo brebaje

 

paisajedeoctubre

 

La entrada de la sociedad de consumo en España vino de la mano de la televisión. A mediados de los cincuenta llegó la coca-cola con sus flamantes camiones rojos a máximo de brillo. Recorrían ciudades, pueblos y barrios ofreciendo gratis la bebida. A los niños nos daban un vaso del nuevo refresco, un bolígrafo de plástico -material mágico- y una chapa esmaltada para prenderla en la ropa. Tomábamos el brebaje para tener derecho a los regalos pero a nadie le gustaba. Sabía horrible y vigilaban para que te bebieses el vaso entero. Creo recordar que todos opinábamos parecido: la bebida malísima pero los regalos estupendos.

Eran sabores para los que no estábamos preparados. Unos años más tarde llegaron los yogures en tarros de cristal, con una tapa de papel encerado cogida con fino alambre. Hartos de ver los anuncios de danone en la tele, mis padres compraron unos cuantos para ver de qué se trataba. Antes de que los niños probásemos aquello se ofrecieron de conejillos de Indias. No olvido la cara de mi madre ante el sabor agrio y desconcertante. «Está podrido» -concluyó apartándolo. Mi padre, mucho más osado, dijo que no, que cómo iba a estar podrido si lo acababan de comprar, y se tomó el suyo haciendo muecas de desagrado. También se tomó el de mi madre pero eso ya tiene que ver con el especial carácter que siempre tuvo. Tardé muchos años en probar un yogur y, para cuando lo hice, ya no era lo mismo: el plástico había sustituido al cristal y el polvo de algas con sabor químico a la leche.

*

Frente al atrio de San Martín colocaron una estatua de bronce bastante discreta, sin pedestal -como se ponen ahora-, del sacerdote Don Ramón, inventor de la bajada y subida de la Virgen desde su lugar en el alcázar árabe hasta la iglesia que está en la plaza.

Los turistas han acabado por hacerse fotos junto a ella, como si hubiera estado ahí desde siempre. Hace unos días, con buen tiempo, un joven fotografiaba a una muchacha que parecía ser su novia o esposa. Ella se colocó muy pegada a la estatua, como si Don Ramón la estuviese abrazando. Cuando le llegó el turno a él debió considerar que hacerse la foto tan pegado a la escultura no debía ser muy varonil y, buscando la mejor colocación, terminó dándole la mano al bronce.

*

Mientras tomo mi refresco -la mañana ha sido espléndida- escucho frases sueltas de un grupo de personas que están sentadas en una mesa cercana. Son conversaciones sin interés, muy tópicas, y me llevan a pensar qué poco interesantes somos cuando nos hacemos los interesantes y cuánto siendo nosotros mismos.

*

Con este descanso que nos ha dado el clima se han vuelto a ver moscas, más pesadas que las del verano. Deben saber que son las últimas horas de su vida y se afanan en hacer lo que hagan las moscas en ese trance. En casa ha entrado una que me recibe solícita cada mañana. Viene a saludar con insistencia y no debe sacar buena impresión de mí cuando la recibo a manotazos.

*

A la gente le gusta Gaudí por la misma razón que gusta la mujer barbuda o el enano torero. Entre la belleza de lo común y el fenómeno suele elegir éste. Hace muchos años que me lo dejó claro una mujer del pueblo: su patio estaba lleno de macetas con flores preciosas pero, entre todas, ella prefería una, rarísima, a la que llamaba «moña de torero», un verdadero monstruo, de forma y color anómalos y repugnantes.

*

Aunque hablamos de tono local, -el color de la cosa antes de la luz, la sombra y el reflejo- no existe propiamente. El color es relativo y ejerce tanta influencia sobre lo que le rodea y es tan influido por ello que el mismo color cambia sin que nuestro cerebro acierte a precisarlo. Es un asunto de ciencia recreativa y no hay tratado o manual en el que no figure el experimento.

Delacroix, que hacía el papel de gran colorista, dejó dicho que podría pintar con barro el cuerpo de Venus si le dejaban poner alrededor los colores que él quisiera. En teoría puede ser, aunque lo del barro parece un atrevimiento, pero tendría que ser otro pintor y no el de las descoyuntadas figuras de La Muerte de Sardanápalo.