Habitó entre nosotros

 

Bonnat

 

La excarcelación de Ricart me ha hecho recordar algunas cosas relativas a los asesinatos de las niñas de Alcasser. Hubo tres investigaciones, al menos. La primera fue la que llevó a cabo la Guardia Civil, una investigación honesta que terminó con el descubrimiento de los cadáveres y las autopsias correspondientes. A partir de ahí fueron apartados del caso y relevados por la policía criminal, cuya investigación y conclusiones sirvieron para establecer la autoría e inculpar al desaparecido Anglés y a Ricart.

La tercera, según parece, fue la que hizo la Iglesia Católica. Hubo sospechas desde el principio de que los asesinatos se cometieron siguiendo un complicado ritual sólo imputable a una secta satánica. La IC tiene -se dice- sus propios medios para investigar ese tipo de casos. El equipo que investigó tuvo acceso a las pruebas y autopsias por deferencia de la Guardia Civil. Fueron también apartados del caso cuando la policía se hizo cargo del mismo.

El informe forense que acabó sirviendo de base para el juicio contra Ricart no sólo no coincidía con el que se hizo durante las autopsias sino que entraba en flagrante contradicción con él. Lo mismo sucedió con el interrogatorio a Ricart cuando fue detenido por la Guardia Civil y con diversas pruebas de mucha importancia como la pistola supuestamente utilizada por Anglés para dar muerte a las chicas y los casquillos encontrados en la fosa.

La identidad de los verdaderos asesinos es bastante probable que nunca lleguemos a conocerla, como tampoco volveremos a ver a Anglés. Ricart y él eran dos delincuentes de poca monta que tanto traficaban con droga como daban golpes en alguna oficina bancaria aislada. Su labor parece que consistió en ofrecerse a secuestrar a las niñas. En un pueblo próximo a Alcasser se celebraba esa noche una fiesta que atrajo a muchas jóvenes de la comarca. Bastantes chicas hicieron auto-stop y las tres víctimas tuvieron la mala fortuna de encontrarse con el coche de los dos delincuentes, quienes no las llevaron a la discoteca sino a otro lugar previamente pactado con la parte desconocida del caso.

En los meses siguientes al descubrimiento de los cadáveres hubo hasta cuatro muertes que pueden estar relacionadas con el asesinato de las niñas. La primera ocurrió en una ermita en Montserrat. Apareció allí el cadáver, aparentemente ajusticiado, de una mujer cuya actividad principal era la política. De los otros tres sólo recuerdo las circunstancias que rodearon el hallazgo del cadáver de un hombre gordo, ahorcado. Cabe pensar que alguien hiciese justicia, una justicia que no pasó por la mesa del juez que condenó a Ricart.

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Cuando los bárbaros se romanizaron terminaron por ser los más romanos de todos. Algo parecido está ocurriendo en nuestros días con la tradición pictórica europea.

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Suele hablarse con desdén de los críticos de arte. Sin embargo, la aparición de un crítico que merezca tal nombre es casi un milagro pues han de darse en él tales cualidades, incluso contradictorias entre sí, que son de una rareza digna de estudio. Podría decirse lo mismo acerca de la aparición de un buen historiador de arte.

Vivimos tiempos democráticos con su necesaria tendencia al igualitarismo, no en el dinero -en el que las diferencias son cada día mayores- sino en el de las cosas que se nos permite hacer. Y del mismo modo que parece adecuado que se jueguen partidos de baloncesto en sillas de ruedas, todo licenciado en historia del arte puede aspirar a escribir en la sección correspondiente de un periódico o meterse en la publicación de una concienzuda tesis sobre un pintor de quinta. Tiempo llegará en el que se ofrecerán conciertos para sordos y recitales de poesía ofrecidos por mudos.

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La Iglesia Católica no es una ONG aunque una parte importante de su actividad sea la ayuda material a quienes la necesitan. Hay otra parte hermética de nuestra religión que debe ser conocida. En el principio fue el Verbo, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

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Ratzinger dice en uno de sus libros que la liturgia no puede ser bricolaje, queriendo significar que no puede haber una liturgia a la carta, al gusto de cada colectivo. Sólo nos faltaría, para completar el pastel, que la tendencia al separatismo propiciada por leyes que pretendieron ser benéficas y cuyo efecto perverso vemos ahora, se extendiera a la religión como desgraciadamente ha venido sucediendo con una parte importante de la iglesia vasca. No es fácil olvidar la salvación de asesinos etarras del cerco de las fuerzas antiterroristas del Estado a lomos de motocicleta conducida por un cura trabucaire con muchos pájaros en la cabeza.