Grabadas al aguafuerte

Paula Bronstein es una fotógrafa que vive en Kabul, en condiciones muy complicadas para una mujer. Ella misma lo cuenta:

«Llevo viajando a Afganistán desde 2001 y he trabajado en muchos temas, desde la industria cinematográfica hasta una fábrica de ladrillos (este último trabajo lo empecé en 2002 y ahora lo he retomado), pasando por la clínica para tratar enfermedades de la piel, y evidentemente, también el día a día.
He visto mucha pobreza y muchos problemas, porque es uno de los países más subdesarrollados del mundo. Hay que estar un poco acostumbrado a estos lugares si vas a trabajar a Afganistán. Además, tal y como están las cosas, de ahora en adelante la situación va a empeorar. Sin duda.
En los últimos años Afganistán se ha vuelto muy peligroso para los fotoperiodistas. Yo antes ni tan siquiera me cubría la cabeza, pero ahora, en Kandahar, por ejemplo, uso el burka y no saco la cámara en la calle. Incluso he tenido que cambiar mi forma de trabajar.»
De todos sus trabajos, muy duros, prefiero el de las mujeres quemadas con ácido, desfiguradas hasta convertirlas en monstruos, por sus maridos, padres o hermanos. No es sólo cuestión de que la mujer pueda enamorarse de quien no debe sino, a veces, la resistencia de una muchacha de 15 años a casarse obligada con un viejo.