A la sombra

 

 

En lo que llevo vivido he tenido algunos alumnos (no discípulos, eso es otra cosa) con talento natural para el dibujo y la pintura. Los hubiera cuidado pero tenían que pasar curso y acabar en lo que sirve para tener una vida de artista.

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Perdona rápido. Tienes el resto de tu vida para arrepentirte.

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No es provechoso jugar al poker con un telépata.

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Descontando la química (levantarse por las mañanas de tan mal humor que arruinas la vida de los que viven contigo, asunto de tiroides) y la cuestión antropológica (la hipergamia, por ejemplo) lo que resta es psicología.

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Tanto como me espanta el traje de pintor cuando ya no es un oficio y ni siquiera una profesión (en España Adolfo Domínguez triunfó entre los sandokanes de la brocha) me deprime el de poeta (calva con guedejas y oscuro riguroso).

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Cuando te ponen a la sombra lo mejor es negarte a salir de ella.

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En la pintura lo más valioso y que más debe cuidar el pintor es la piel del cuadro porque es lo que ve el espectador. No puede haber buena piel pictórica sin lo oculto.

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En los años que sobraban puestos y escaseaban candidatos el muy pillo procuraba deslizar en la conversación un “Pues verá, yo soy hijo de ferroviario”. Hasta que no hubo más remedio que contestarle: “Entonces habrá viajado usted mucho”.

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El rico de varias generaciones oculta su riqueza tanto como puede. La canalla la exhibe tan pronto la conquista. Sin embargo, gracias al exhibicionismo de la canalla, tuvimos Renacimiento.

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Hay que cuidar la pena pues, en exceso, impide la compasión.

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Las ideas no se pueden fingir. Ni siquiera en la literatura.

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Está bien, no hay que insistir más: me doy por apestado.

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El intercambio de culturas es tan viejo como el comercio –que a su vez es más viejo de lo que se venía suponiendo– pero el ‘multiculturalismo’ (que no puede interpretarse más que como la existencia en un mismo lugar de culturas diferentes y, a menudo, opuestas) es una completa majadería, un negocio interesado que sólo beneficia a unos pocos; exactamente a los que pueden protegerse de él. Y cuando consiste en la impropiedad histórica que introduce personajes en zonas de la Historia en las que nunca estuvieron sería cómico si no te jugases la cárcel.

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Los ingenuos, los idiotas y los malvados suelen confundir igualitarismo con democracia.

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El paisaje hay que comenzarlo por el cielo, que es la clave tonal y anímica del mismo. Logrado, tienes la mitad del cuadro hecho.

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Para qué veinte pinceladas donde bastan tres.

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Todas las personas deberíamos poder regresar a nuestros lugares a la hora de prepararnos para el final. En ellos está la visión sensible del mundo que nos puso en marcha. Es penoso cuando no se puede o tales lugares desaparecieron. Los aborígenes australianos los recorren y nombran para que no desaparezcan.

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En la enseñanza y la práctica de la pintura –estoy con Pound y Chesterton– la única salida digna es el gremio. Nada de colegio profesional: hay que sacar a las artes de la universidad. Son oficios-

El gremio no sólo velaba por los intereses de pintores y escultores, también por el de quienes encargaban obras, asegurando que el precio estipulado se respetase, así como los plazos y materiales que se utilizarían.

El pintor se formaba en el taller de un maestro reconocido por el gremio, desde niño, y había de pasar un examen más que riguroso antes de recibir el grado de maestro, independizarse,  y montar taller propio.

Era la selección natural por el talento. Hablar no servía de nada.

Hoy todos trabajan para el Estado, principal cliente de merchanes interpuestos. Se habla de la libertad del artista y es bastante probable que nunca haya tenido menos, o haya estado más sujeto al criterio de los funcionarios. No hay espacio para los disidentes.

 

 

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