White Spirit

 

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Me consume la impaciencia esperando. Esperando cosas banales como una partida de white spirit o cosas más importantes como llamadas de personas con las que tratar asuntos serios. Mientras se produce algún desenlace leo o escribo esta entrada.

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Están siendo días de mucho frío, aunque la gente me dice que no es para tanto. Por primera vez en años estoy helado. Como consecuencia de la reciente cirugía he perdido algo más de veinte kilos y el traje protector se ha ido a paseo. Nunca he sido friolero, ni cuando estaba muy delgado en mis años jóvenes, pero ahora me he vuelto un tirillas temblador.

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Ayer por la tarde me leí de un tirón «La joven de la perla», una ficción basada en el hermoso cuadro de Vermeer. Vi una versión cinematográfica de esta novela hace unos años, interpretada por una chica de una belleza muy moderna, impropia de los años en que la acción transcurre. Esperaba que la narración completase los personajes porque la historia en sí es bonita (una sirvienta joven que termina posando para el cuadro en una complicada situación de celos por parte de la mujer del pintor y una suegra inteligente y astuta para los negocios que sabe que el moroso Vermeer debe pintar más por el bien de la familia).

En estas novelas ambientadas en personajes y situaciones históricas es sencillo hacerse con el marco real, aún en el caso de un pintor tan oscuro como éste, del que tan poco se sabe con certeza. El problema no está ahí sino en qué hacer con ese material y en tal sentido, el artista que surge de las páginas de esta novela no respira, carece de humanidad. No es que uno quisiera escucharle chascarrillos o saber a qué hora desayunaba pero sí que le gustaría percibir que debajo de esa percha y ese traje hay un ser humano que mira, siente y padece como un pintor.

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Paso las tardes dibujando, en un esfuerzo seguramente inútil para todos salvo para mí. Tiene ya tan poco que ver el arte que hay en los mercados con la sencillez de un dibujo rápido resuelto con unos trazos de lápiz grafito que la única justificación es el deseo de seguir haciéndolo. Acumulo temas para pintar, cosas inactuales y en las ensoñaciones de mesa camilla y brasero echo de menos no haber pasado por la cátedra de paisaje de Carlos de Haes.

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Termino la entrada con un latinajo: In nihilo ab nihilo quam cito recidimus (En la nada, de la nada, qué pronto recaemos).