No hay sillas

 

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Hay personas que funcionan como los que venden anti-virus: primero te crean el problema y después te venden la solución.

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Como, además de pintor, llevo toda la vida haciendo fotografías no tengo necesidad de mezclar ambas artes incorporando en la pintura detalles innecesarios. El detalle sobra y es propio de mentes algo primitivas. Es preferible inducirlo en el espectador, aprovechando las posibilidades de nuestro cerebro. El exceso de detalle resulta indigesto si eres capaz de paladear la pintura. No hay la menor necesidad de ver todo a foco, desde primer plano a infinito.

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La verdad de la pintura no es la verdad del mundo. Tampoco la honestidad. Cuando hablamos de términos morales aplicándolos a las artes estamos traduciendo de un lenguaje en el que los significados son conocidos a otro del que sólo atisbamos las implicaciones, aunque las reconocemos tan pronto como aparecen.

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La afición por la pintura de El Bosco confirma que también las mentes cultivadas ceden al interés por lo monstruoso y extravagante. Un día entras en el patio de una casa sencilla y te admira la sutileza con que están tratados los colores de las plantas en maceta. Un gusto exquisito en una mujer sin formación. El encanto se disipa –y tu ilusión de pensar que existe un buen gusto que puede ser universal e innato– cuando te muestra las dos perlas más queridas: unas plantas horrendas a las que llama cresta de gallo y moña de torero. En ellas tiene puesto todo su orgullo de florista.

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Si nos atenemos a los hechos -y es cierto que se debe sucumbir ante ellos– la técnica de los pintores venecianos y del Gran Barroco es bastante más sencilla que la de Antonio López pero éste es hijo de un tiempo complicado. Si hubiese nacido tres o cuatro siglos antes el lenguaje de la tradición le hubiese puesto en El Prado junto a Velázquez. No merece menos, dado su talento natural y agudeza.

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Si se prestan a escuchar lo que tus enemigos dicen sobre ti no hay nada que hacer: el simple hecho de prestarse ya es una derrota pues, cuando se aprecia a una persona, no se está dispuesto a que se hable mal de ella en ausencia.

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Decir de alguien que es mala persona resulta muy grave y comporta riesgos. Y sin embargo las malas personas existen, no sólo las enfermas y obcecadas. Los malos también están creados por Dios y deben tener algún cometido, por doloroso que resulte.

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–En usted conviven varios pintores.

–Diez o doce, todo un taller. Pero suelen estar de acuerdo en tres o cuatro cosas.

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Estás pintando el mismo cuadro desde los cinco años: es el tema, lo demás son variaciones.

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Me encanta pintar celajes melancólicos pero cuando estoy en el estudio, con los bocetos contra la pared y pintando de memoria, aparece siempre el azul tierno de los días felices. Como mucho alguna nubecilla blanca para indicar que estamos de paso.

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–No hay sillas –dijo, aunque de suyo practicaba la más exquisita de las cortesías. Tal vez se fijó en la mandíbula. En todo caso vio algo que los demás no supimos ver y que, de haber visto, nos hubiera puesto a salvo de lo que siguió.

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Noches de sueños raros y persistentes. Primero con la esposa de un muerto. Un sueño intenso del que despiertas conmocionado. Anoche encuentras a Antonio en un café que no existe entre Independencia y Cibeles. No parece estar a punto de ser octogenario sino joven y suelto. Evitas decirle lo incomprensible que resulta que pinte una pareja desnuda con el hombre en erección. Das vueltas para no hablar de ello. A su lado, sobre un cartón, hay un dibujo de un niño pequeño a tamaño natural. De cerca el niño respira y se mueve, podría ser el nieto. Después te interesas por la mujer del pintor pero tienes la sensación de que evita el tema y esconde algo. Piensas que está enferma y no quiere hablar de ello. Ofreces detalles de tu vida actual y te despides con pesadumbre, diciendo que ojalá no vuelvan a pasar otros veinte años. Te envuelve la tristeza, sabiendo que ya no quedan esos veinte años ni para él ni para ti.

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En estos días de zozobra política lees a ratos el libro de Viñas sobre Franco. Ya se ha mostrado que no era buen militar (parece que el bueno era el republicano Rojo) y ahora se trata de que también era corrupto y ladrón. Todo menos darlo por amortizado, enterrar y despolitizar de una vez la guerra civil y concederle habernos librado del horror de la dictadura comunista, ese inmenso fracaso de la Humanidad.

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La idea de que podemos estar de nuevo en un retorno al comunismo es inducida. Unos millonarios piensan que pueden vender más género apoyando esa fantasía en sus medios de masas. Si vieran que existen posibilidades reales de una dictadura comunista en España pagarían fortunas para liquidar a los tales profesores.