Mucho orgullo y poca dignidad

 

 

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Un becerro sólo resulta convincente si es de oro.

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El argumento ‘a la gente le gusta’ acepta la falacia de que la gente tiene opinión y derecho a escoger aunque tal no existe. A la gente le gusta lo que se le impone.

La libertad que otorga el capitalismo consiste en escoger entre azul, amarillo y rojo.

Se induce la elección creando la necesidad y quien elige lo considera decisión propia. En realidad es todo lo que hay y fuera habitan el frío y la nada. Es importante saber que los tres colores sobre los que elegir pertenecen al mismo dueño.

En el comunismo o capitalismo de estado es todavía peor: la elección del color único ha de ir acompañada de entusiasmo.

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El retorno al orden posible y único es el de siempre: volver a la realidad. Cuando el arte se ha perdido y de metáfora terminó en símbolo la salvación vino por ese camino. Así hay que entender a Caravaggio o Courbet, por citar dos ejemplos muy distantes.

Volver a la realidad no significa, en este tiempo, sólo un retorno a la representación de lo aparente pues existe un elemento en discordia que es la fotografía. Reproducir una fotografía no es retornar a la realidad sino traducir lo que ya ha sido traducido. La fotografía no es la realidad y no todos los realistas son reales, como por ejemplo el sobrevalorado Hoper.

Volver al natural es la opción más segura. Sin defensas (el estilo) ni parachoques (el ismo).

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Si puede ser fotografiado de un modo expresivo y convincente no debería ser pintado,

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Seguir haciendo risas de la cocina gastro-restauradora ya no tiene mucho sentido pues los cocineros artistas (o al revés) se han bastado para ponerla en espantoso ridículo.

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La fiesta del orgullo gay mueve mucho dinero. Todas las ciudades y pueblos desean una parte. No es solo que se alojen, coman y beban. También la vestimenta: bragas de tigre, cueros y pellejos, cadenas, cortes de pelo, tatuajes…

Es otra tarta montada con gran olfato comercial y no tardará el-corte-inglés en vender los elementos necesarios. Olfato comercial y astucia política priman sobre el derecho de cada persona a enamorarse de quien le parezca o mantener la vida privada que le pete.

Y ahí está el problema, en el salto de lo privado a lo público, de lo que es decisión del sujeto a exhibición pública. Cuando tal sucede ya no estamos ante la reivindicación de un derecho, que nadie discute, sino ante el espectáculo comercial de la diferencia.

Por lo que se puede ver en la calle cabe decir que, en tales fiestas, hay mucho orgullo y muy poca dignidad.

 

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