Paso a resguardo estos días de frío y lluvia, alimentado por lecturas distraídas y un cuaderno de dibujo. La recuperación va bien pues el estómago cada vez rechaza menos los alimentos y eso me va dando vitalidad y confianza. Una mala noticia es que parece haberse declarado en Cuba una epidemia de cólera, un riesgo demasiado grande en mi actual estado.

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Veo en internet que Félix de Azúa afirma que llevamos treinta años sin arte. No logro deducir de lo afirmado por qué treinta y no cuarenta o cien pero si él lo dice tendrá sus razones para fijar una fecha tan precisa. Hoy se pueden decir cosas así sin que te suceda nada de importancia. Hace veinte o veinticinco años suponía la completa exclusión del medio artístico y que los amigos de ocasión te dieran la espalda para no ser confundidos.

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Reviso trabajos fotográficos de mediados de la pasada década. Aguantan bien el paso del tiempo aunque elimino cuatro o cinco fotos de la selección por redundantes, por decir lo mismo que ya está dicho en otras. Se trata de un trabajo difícil de entender pues no es fotografía al uso y, aunque algún payaso bocazas ha sugerido que tienen que ver con la obra de Ortiz Echagüe, no hay nada de ello salvo para un ojo muy superficial. Si acaso con el Irving Penn de Worlds in a Small Room y algunas fotos de Curtis.

Es un trabajo que tiene mucho de antropológico pero muy cruzado de intenciones expresivas y no meramente documentales. Eso no ayuda pero, sobre todo, nada que ver con lo fashion que gusta actualmente.

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Pasado y presente están separados por una capa de hielo muy frágil sobre la que debemos andar con cuidado. Un laberinto los une, trabajado por el tiempo y los recuerdos. A veces la costra se rompe y pasado y presente vuelven a ser una misma cosa, lo que no siempre es bueno.