Pintar por el catalejo

 

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En perfecta anacronía la gente exige que no contradigas hoy lo que dijiste hace medio siglo. La mejor señal de que tu cabeza sigue viva es justamente que te contradices, que es el resultado de volver a pensar las cosas que siempre te importaron aunque ahora lo hagas mirando desde otra parte.

Fui contrario a la política cultural, en esto no me contradigo. El caso es que aquellos que estaban a favor cuando éramos nadie, o sea unos jóvenes muy prometedores, viven ahora de ella. De hecho no han dejado de hacer política cultural desde entonces y si puedes quitar el adjetivo estarás más cerca de la realidad. El adjetivo parece que dignifica, en este caso, lo que han venido haciendo: practicar el tropismo más desvergonzado. De la bodeguilla a Josemari y seguido. Josemari, me quedé frío cuando me lo dijo tranquilamente sentados ante el fuego. Josemari, nada menos.

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Por no querer pintar el siglo XIX puedes acabar metido en un lío espantoso, aunque no sé qué significa exactamente pintar el siglo XIX. Eres hijo de tu tiempo, con todos los caireles que quieras ponerle, hasta cuando lo aborreces –que no es mi caso.

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Me enfada mucho el detalle pintado cuando no lo hace un primitivo. En realidad me enfada cualquier cosa que deje a la pintura más lejos de lo necesario para reconstruir el proceso seguido por el pintor, su traducción de lo real a pintura.

Se trabaja por planos grandes y luego se pasa a otros más pequeños. El detalle resulta innecesario cuando los planos están bien organizados de valor, croma y textura pero, si te empeñas, es cuestión de seguir trabajando dentro de los planos hasta llegar al microplano con pincel del doble cero. Es fastidioso y resta.

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Las camemas de los modernos: cuando deciden adoptar a un figurativo descubren a Hopper. En el mismo tiempo y país hay pintores figurativos con mayor interés pero carecen de la imprescindible literatura que tanto agrada a los cíclopes.

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Hay un joven pintor figurativo en Norteamérica que mira el modelo a través de prismáticos. Te dejó pasmado que alguien, cuando lo adecuado para distinguir bien los valores tonales es entornar los ojos y borrar el detalle, mire al retratado –que está a dos metros, si acaso– con unos catalejos para verle las pestañas de una en una, las pecas o los pelos de la nariz. Completamente estúpido en un tiempo en el que la fotografía en color hace lo mismo, mejor y sin esfuerzo. Lo mismo porque la pintura o el dibujo terminados no tienen más interés que el que pudiera tener una fotografía. Pero se hará millonario porque hay en las personas un gusto cierto por el circo y lo monstruoso.

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Todas las vidas tienen novela, historia y museo. Lo último es mejor no tomarlo en serio.

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Apasionante Beevor sobre Stalingrado. Una imagen muy fuerte: uno de los generales alemanes, pensando en la panza de Göering, comenta lo bien que le sentaría una temporada en el cerco. A partir del abandono por la Bestia morían casi tantos soldados de desnutrición como de tiros soviéticos.

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Yo tuve una granja en África… y yo un montón de amigos en Madrid hasta que sólo quedaron los sinvergüenzas.

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Insufrible es el fracasado con sus jeremiadas pero no se queda atrás el tonto con éxito. Solemos saber por qué se fracasa pero ignoramos el peaje que el tonto debió pagar y justamente ese es el único interés que tiene.

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Cuando juzgaron a Kravchenko hicieron lo habitual: difamarlo. En este caso apresaron al suegro para obligar a su mujer a confirmar las mentiras. Los nacional-socialistas hacían lo mismo y, en la actualidad, es habitual en los servicios secretos. El argumento más utilizado es acusar de pedofilia a quien desean matar en vida. Llaman por teléfono o se entrevistan con amigos y familia para revelar el supuesto vicio del que nadie tenía noticia.