Jaleo en el Nickjournal o la resurrección del Ave Fénix

Llegué al primer Nickjournal que montó Espada por casualidad. Un día llamé a casa de un amigo y, mientras éste se ponía, su mujer me dijo: «¿Sabes que un periodista amigo nuestro, Arcadi Espada, ha montado un blog que está muy bien?». No tenía la menor idea y ella me leyó un comentario sobre arte contemporáneo de alguien que firmaba como «El Picha». Tenía gracia. Pedí la dirección, la apunté y -terminada la conversación telefónica-, me conecté al blog para ver de qué se trataba. Llevaba muy poco tiempo funcionando. Lo leí diariamente durante unos días antes de querer intervenir. Ensayé diferentes nicks que ya no recuerdo hasta que di con el apropiado, o el que me hacía más gracia.

Por aquellas fechas compré uno de los tomos del Salón de Pasos Perdidos de Andrés Trapiello. Nuestra relación, que había sido muy estrecha años atrás, se había ido diluyendo y resultando cada vez más incómoda. Por razones que ahora no explicaré, ellos ya no llamaban cuando venían a su casa de campo y nosotros agradecíamos que no lo hicieran. Pero nos seguíamos hablando, felicitando fiestas y esas cosas de la cortesía. Tal vez por ello la sorpresa fue tan grande cuando me vi reflejado en el diario con una de esas mentiras casi perfectas porque anclan raíces en la verdad pero la dislocan lo suficiente como para acabar en la ignominia. No importa en este momento de qué se trataba pero era muy ofensivo, especialmente por hacerme responsable a mí de la caída de la vieja amistad cuando el camino estaba empedrado por sus acciones. Con todo, no era eso lo peor sino que -de nuevo con la distorsión- trataba de ofender intelectualmente a un ser querido. Pedí explicaciones y se añadió mentira. A partir de ahí consideré totalmente rota la relación.

De aquellos polvos nació el personaje Atrapa y la gente del Nickjournal lo disfrutó tanto que hubo incluso una propuesta para peregrinar a la casa de campo del diarista para hacerle entrega de baldosines y terrazos. Atrapa jamás difamó ni metió en danza a nadie que no fuera el mismo diarista. M., su mujer, solía aparecer dormida, junto a la chimenea o en la cama. Había una línea muy nítida que Atrapa nunca cruzó. Eso sí, el diarista salió muy perjudicado -su retrato, más falso que un euro de plástico- y fantasiosas casonas, fuentes y escalinatas adquirieron su escala cercana a la real. Resulta curioso cuando se practica el juego de contar algo que puede parecer verdad porque se dan detalles -aunque sean ajenos- cómo se distorsiona la escala de las cosas y aún su propia naturaleza. Había gente que imaginaba al diarista como un hombre de mundo, uno de esos hombres «de toda la vida», viviendo en una casona palaciega en mitad del campo extremeño, con un gran jardín y otras excelencias. Cosa muy ridícula pues, si de algo no somos responsables, es de donde hemos nacido y en qué condiciones. Somos lo que hacemos, no dónde nacemos. Ese complejo de clase, que lastra como un fardo toda la obra del manzanedino, resulta incomprensible en una persona madura.

La cosa trascendió y hubo correveidiles. Telefonazos, emails y algún intento por cortarle las piernas a Atrapa. Por aquellas fechas, el finado Quico Rivas publicó y lanzó a la red su gracioso Supositorio contra el imbécil de Trapiello. Razones tenía, como tantos otros, por haber sido perjudicado en sus diarios para hacer una gracieta o sacar tres páginas adelante. En realidad, -como es habitual en esos diarios-, para el ajuste de cuentas, la vendetta o la cuchillada. Maldades hechas desde la impunidad de utilizar letras del abecedario para ponerse a cubierto de consecuencias y desde las páginas de un libro, donde no hay réplica posible. Su teoría de que él crea un personaje -el diario ha pasado de faction a ser novela en marcha- le coloca una X y siempre hay un imbécil que se postula para el cargo choca contra los hechos, que son muy tozudos. Por fas o por nefas, Trapiello tiene un importante depósito de cadáveres en propiedad.

Son tácticas curiles, femeninas en el peor sentido de la palabra. Necesidad de negar al que te ayudó o enseñó, de aplastar al que sabe lo que eras, lo que sabías; matar al testigo, anular su posible testimonio. Que no se oiga la versión original porque siempre se distingue. Bueno va.

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El personaje del Crítico Constante nació después de Atrapa. Se había llegado a un equilibrio y, si el diarista había ofendido, había recibido también lo suyo. Propuse un armisticio por email y me comprometí a cumplirlo unilateralmente. Pero el fuego desde la otra parte continuó, y arreciando. Me sentí libre para romper la tregua y volver a dar estopa, cuanta pudiera. A más y mejor.

Por esas fechas aparecieron los justicieros en el Nickjournal. No es que el diarista no tuviera aliados antes (siempre los tuvo, de hecho mi identificación con nombre propio fue llevada a cabo por ellos) pero había una novedad: se suponía que yo había ofendido tanto que, en justa reciprocidad, se traía al blog lo que «la otra parte» decía sobre mí o mi familia. Para ser equitativos. Así se vendió y así ha venido justificándose.

Había, pues, una censura ya establecida: si yo hablaba del diarista, se me arrojarían piedras para contrarrestar. Por esas fechas apareció también la polémica con una persona de religión judía, ultraortodoxa y de extrema derecha, favorable a los asentamientos y a las soluciones bélicas. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. Dos frentes, dos, pero también dos censuras. Curiosamente, fue un nick muy aguerrido -y que había publicado algunos post muy poco favorables a los judíos en general- quien se encargó de la defensa de la sionista. En la polémica con ese nick la red se llenó de infamias sobre mí, utilizando -al modo del diarista- verdades retorcidas hasta hacerlas mentiras, palabras fuera de contexto y cuanto valiese para perjudicarme. Fueron tiempos de zozobra, no por mí que me da lo mismo sino por terceras personas a las que todo eso podía perjudicar. Hubo consultas legales, indagaciones, pistas falsas y algunas verdaderas. Por el hilo sale el ovillo y, más o menos, pude cuadrar -con alguna ayuda- lo que estaba ocurriendo. Sigo sin entender las motivaciones reales, los intereses concretos que hay detrás, porque me resisto a aceptar que todo ello fuera por simple diversión.

Como venía siendo costumbre, en la fecha de aparición del diario del 2009, los justicieros volvieron a ejercer su cargo. Nuevas injurias, recrudecimiento de la lucha y todo el resto de la batería. No soy de piedra y no suelo permanecer impasible ante la vileza, no tengo el tipo de sangre que se requiere. Pido perdón por ello. La última ofensa, la que llamo «la mentira del jardín», fue tan grave que, lleno de ira, envié un email a Trapiello y copia del mismo a diversos amigos y conocidos, entre ellos Arcadi Espada. Había la necesidad de que la gente supiera lo ocurrido o, al menos, el escenario de lo que se narraba. Recibí apoyos pero mi sorpresa fue muy grande cuando el periodista de El Mundo utilizó mi nombre y el contenido de ese email -que es cierto, yo no le advertí expresamente que no utilizara pero hay ciertas líneas que uno no debería pasar- para terciar en el asunto y contestar cumplidamente a unas jabonosas líneas que el manzanedino le había dedicado.

Ese artículo de Espada fue decisivo: los justicieros se crecieron y el Nickjournal se convirtió cada día en una batalla a brazo partido. Daba igual por donde empezara: un matón u otro siempre me buscaban la boca y terminábamos a ostias. Y cuando no, la sionista repitiendo una y otra vez mi nombre propio, dando trabajo a los administradores. Un infierno.

¿Por qué seguí? ¿Por qué no callé y dejé que cada cual pensara lo que quisiera? Porque no está en mi naturaleza, porque soy peleón y porque me educaron a plantar cara y no ceder un paso al enemigo. Seguramente todo mal porque perdí algunos amigos y aliados en la refriega, como siempre ocurre, y otros acabaron hartos de la bronca. He sido pintor desde muy joven, eso quiere decir que he necesitado coraje y entrañas para llevar a puerto proyectos complicados y que requerían esfuerzo. Cuando se dice que todo cuadro es una batalla no se está lejos de la verdad. Tampoco cuando se dice que la personalidad se compone de vasos comunicantes o que defectos y virtudes no son mas que la misma moneda vista desde una cara o desde otra. Aceptemos que eso que me sirve para sacar adelante las cosas sea, a su vez, un defecto. De acuerdo.

En las crisis, como en las guerras, la gente se destapa. No sabía quién era Espada pero ahora lo sé -y si mi pobre amigo Peru Egurbide viviera tendría que darle la razón a las advertencias que hizo-, tampoco quién estaba realmente conmigo. La gente se ha ido quitando máscaras, las últimas sesiones del Nickjournal han sido particularmente reveladoras. Por suerte sé distinguir la reconvención hecha por un amigo, que te aprecia y se nota, del hachazo que otro que decía serlo trata de asestarte cuando cree que estás débil o caído. Ha habido de todo.

***

La vida sigue. No sé si el Nickjournal acabará cerrando. En cuanto a Atrapa, escribirá aquí y aquí resolverá sus problemas, si los tiene. Para todo lo demás, el Código Civil.