Contar una historia

Paseo la sala grande del Prado mientras espero. No me gustan los cambios en los museos ni que los historiadores del arte los consideren botín con el que demostrar sus teorías. A mí los museos me gustan muertos y con algo de polvo. Con poca gente o ninguna, por supuesto.

Aquí han querido trazar una cierta historia de la pintura, buscar los vínculos -evidentes- entre los venecianos y Rubens, ese maestro poco citado de nuestro Velázquez. Maestro técnico en lo que tenía de veneciano porque nuestro primer pintor comienza por Caravaggio pero termina en Tiziano, gracias a Rubens. Un Tiziano depurado y hecho brío maestro.
Mataba yo el rato mirando fragmentos, detalles. Primero la mancha floja, con la tinta exacta, el resbalar de la media tinta para situar la luz, el golpe con pasta fresca marcando la luz más alta, el recorte flojo por la sombra… Un verdadero prodigio de la representación de los cuerpos visibles, ligero en las sombras, denso en las luces.
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Dígalo usted donde pueda -dice un celador cuando me quejo de la poca vigilancia y de que los actuales rectores del museo no dejan cuadro quieto. Nosotros tampoco podemos decirle dónde está ese cuadro porque no nos avisan -señala. Hay mal ambiente en el museo, los celadores no pueden atender a todo y supongo que, como en todas partes, los recortes se están haciendo por el eslabón más débil.
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Cuando me formé en fotografía, a finales de los años 60, todo el afán de los fotógrafos era conseguir una foto buena, la foto. Perseverar y tener veinticinco o treinta para montar una exposición, llegar a cien y tener un libro aunque fuese sin publicar. Hoy no vale nada de eso porque se trata de «contar una historia» aunque el trabajo, foto a foto, no se tenga en pie. Marcha un tío para qué sé yo, Abjazia, y vuelve con la historia contada tras una estancia de una semana. Las imágenes serán inconexas; aisladas puede que no se entiendan pero tiene lo que un moderno editor quiere. Nada de que la foto pegue brincos sobre la pared o en el papel impreso, macanadas de otro tiempo. Nos lo han cambiado sin que nos diésemos cuenta.
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Yo también he cambiado en estos meses. Apenas leo los blogs y no sigo las peleas en los mismos. Leo las entradas de MJ, que va a más como un tiro, sin que pueda saberse cuándo y dónde se va a estancar. Ojalá que nunca.
Leo también las entradas de otro amigo pero no quiero hablar de ello.