Enloquecido

 

 

La cosa viene de lejos, del blog que mantuvo el periodista Espada. Fue entonces cuando me tomó inquina por unos comentarios míos -broma defensiva- contra el diarista Trapiello. Nada que fuera más allá de la risa para devolver la moneda con la que él me trataba en sus diarios, incluyendo a mi familia.

Fue entonces cuando apareció el enloquecido vengador y yo nunca supe, y sigo sin saber, si fue el diarista quien le dio instrucciones o -algo peor- fue por iniciativa propia para hacerse agradable a los ojos del poderoso, y es que este enloquecido -siendo muy débil- se pega a los riñones de quien juzga poderoso como lapa a la roca. Anda ahí, de palangana en palangana, con la lengua más marrón que se pueda imaginar.

No feliz con que hubiera esa asimetría -el diarista arremetía contra mí y mi familia mientras yo me centraba sólo en él- llegó a inventarse, dentro de su campaña de suplantaciones, injurias y difamaciones, unos comentarios supuestamente míos sobre los chicos del diarista, a los que he visto prácticamente nacer y han sido amigos de mis hijos hasta que ocurrió lo inevitable.

No ha parado en el acoso desde entonces, bajo todas las apariencias que uno pueda imaginar. Hasta ahora le ha venido salvando que internet es una jungla sin ley y no hace falta una firma digital o alguna suerte de identificación segura para escribir barbaridades cuándo y dónde a uno se le antoje. No sólo andan por aquí estafadores o pederastas: abundan más los difamadores y suplantadores, delitos que en la vida real se pagan caros pero aquí son de recibo diario.

El de las fechorías ha ido a más en sus artes de suplantación y ha entrado de lleno en lo que es un delito serio del que puede que no escape impunemente pues esta vez tiene a los cazadores siguiéndole los pasos. No me gusta que esto suceda pero es lo que hay cuando uno, a pesar de la juventud, se obsesiona de tal manera y paga sus frustraciones diarias con una persona a la que ni siquiera conoce a lo vivo.