Nunca ocurre nada

 

Anoche hubo de nuevo música en la plaza. La vez anterior, cuando dije aquí unas palabras, se me revolvieron algunas personas del pueblo. Pocas, cierto es, y de las que anhelan una transformación de Trujillo que no sé muy bien a dónde nos conduciría. Por suerte se ven contrapesados por gente de mayor sentido común y mejores conocimientos,  en los que se puede confiar el futuro del pueblo.

Dije que la música no era apropiada, no que los músicos fueran malos. Y lo dije mezclando a mis palabras algo de humor para que fuese sobrentendido. No tuve suerte pues hubo quien lo tomó literalmente.

Anoche había mucha gente joven en las escalerillas. Concierto gratis para ellos. Demasiado volumen y una música que podrá estar bien en una discoteca o en un local para jóvenes pero que va como un tiro con las chimeneas de San Carlos o el garabato de las cigüeñas, seguramente temerosas aunque la música no fuera de las de meter miedo.

*

Se está muriendo un amigo y, por circunstancias de la vida, no podré despedirme de él. Me gustaría darle un abrazo a pesar de las cosas que ha dicho a causa de una más que comprensible parcialidad. Hay que aceptarlo, la vida tiene estas cosas y otras peores. Que todo lo malo sea como esto.

Quien más daño puede hacerte (y guárdate) es quien mejor te conoce, quien comparte o ha compartido cosas contigo. Nunca como estos días he entendido aquello que me decían hace muchos años: «Cuenta tus males a tus amigos, que se reirán sus abuelas».

Yo tampoco estoy libre de ese pecado, cuando nos sentimos agredidos por un conocido lo primero que hacemos es rebuscar en el armario común para ver si hay algo que le podamos arrojar a la cabeza. Generalmente lo encontramos, pues qué vida lo es sin debilidades. No me refiero a cosas que esconder -que también- sino a debilidades que forman parte de nuestra forma de ser, que son parte de nosotros mismos o tal vez nosotros mismos.

Así que tengo que escribir una historia policíaca, un género que me cae muy lejos, pues siendo un redactor algo aplicado que sólo sabe hablar de lo que tiene delante -y lo más inmediato soy yo mismo- no se me debe dar bien la ficción. Un género lleno de truculencias y disparates pero cuya realidad intentaré transmitir con la mayor fidelidad posible.

No la voy a escribir de inmediato, salvo causa de fuerza mayor, para respetar los últimos días del amigo que fue.

*

Me espera una operación harto interesante. Los de Pamplona se han dado cuenta de que una operación concreta para combatir la obesidad mórbida tenía como efecto colateral que todos los diabéticos de tipo II sanaban al poco tiempo. Los que me conocéis sabéis que el primero no es mi caso pero sí el segundo, es decir, la diabetes. Estoy viendo la vejez de mis padres y no quiero pasar por ello, pretendo quitarme esto de encima y volver a ser libre, sin estar pendiente de subidas, bajadas, medicamentos, pinchazos, de sentarme aturdido o sentir cómo mi organismo se desboca.

Necesito rejuvenecer, recuperar mi tono vital perdido. Llevar de nuevo una vida activa pues tal vez me esperan todavía muchas cosas que explorar. Días atrás planeábamos una excursión en coche por el Kurdistán y el sur de Turquía, a la búsqueda de materiales de trabajo para no tener que llevarlos desde España. Hablar con algunos soldados licenciados de los que estuvieron en la guerra de Irak cuando salieron por pies para proponerles trabajo. Gente que entienda el medio y sepa mirar de frente a alguien con un AK-47.

Tengo que poder comer cordero, algo que ahora es imposible a causa de su grasa. Escapar de este país que se desmorona por momentos, esperar que Cuba florezca y me acoja dentro de unos años. Europa ha dejado de apetecerme hace tiempo, es un continente de mercachifles, de usureros, de gente aburrida cuyas vidas apenas ofrece interés.

Hace tiempo leí o vi, no recuerdo, a alguien que -siendo español- vivía muy lejos, en alguna zona de las llamadas peligrosas. Le preguntaba el periodista si no le apetecía volver a la tranquilidad de su tierra y contestó que no, que aquí nunca le ocurría nada.