Una lágrima

 

 

El debate soberanista enmascara la realidad: el año que viene las administraciones públicas van a gastar dos tercios menos de dinero en inversiones, con lo que mucha más gente tendrá que cerrar y quedarse, y dejar a otros, sin trabajo.

Sin embargo, el aparato político y administrativo no disminuye. Dentro de poco seguiremos teniendo gobernantes y administradores pero muy pocos súbditos cotizantes, con lo que el sistema terminará devorándose a sí mismo, como sucede con los que mueren por falta de alimento.

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Dice Erik el Belga en su libro, ya comentado, cuando aparenta plantearse la duda de si robar o no  el retablo de Oberwesel, la joya alemana: «Yo sé cuánto cuesta ese famoso retablo, ya lo he calculado. Su precio es una lágrima de terror de un niño judío camino del crematorio, eso es lo que vale el corazón de Alemania, ni un céntimo más«.

Precioso aunque El Belga mienta. Es lo malo de los delincuentes inspirados: pretenden que aplaudamos algo que ellos mismos no creen.

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El luto es blanco porque blancas son las canas que lloran por la pérdida de la juventud. De un poema arábigo-andaluz.

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La vida se parece más al Pulgarcito que a Guerra y Paz. Si no profundizamos en los personajes que nos rodean porque, entonces, cada uno tiene su novela.

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Leído en la prensa regional, a propósito de los incendios forestales: «Los montes están muy sucios. Nos prohibieron que pastara el ganado, nos quitaron la ganadería extensiva. Nos prohibieron realizar las limpias de monte para que grandes empresas se la quedaran por medio de subastas. Inventaron plantaciones de especies no autóctonas. Llegaron los vallados, las podas, el ramaje por el suelo que nadie retira. Nos trataron de paletos«.

Cabría añadir que, animados por los que no entienden del asunto, prohibieron los descastes de ciervos en zonas de sobreabundancia. Hoy tienen un problema serio pues los venados, en contacto con los animales domésticos, están contagiando a éstos enfermedades muy serias y la propia Administración ha de tomar medidas para mantener a raya a las poblaciones, algo que todo propietario sabía hacer mejor y obteniendo de ello una renta complementaria.

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Salgo a pasear por la mañana y por la tarde, sin llegar al cansancio fuerte -que sería perjudicial. No quieren que esté quieto todo el día y mucho menos que permanezca en la cama. Mi cuerpo está muy raro y, por momentos, me invade un cansancio y una flojera como si fuera a morir en los siguientes minutos. La vida pasa y tiene su oficina en el lugar de la operación, el estómago, pero en algunos momentos parece que todo el mundo se hubiese marchado y echado el cierre.

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Ahora que no puedo ansío ver el fruto de las primeras lluvias en el paisaje otoñal. Son momentos en los que pienso que estoy perfectamente, algo que mi cuerpo se encarga de desmentir al poco tiempo.