Aunque fuese catalán

 

 

Según los estudiosos del cerebro -no hablo de psicoanalistas- el noventa por ciento de nuestras decisiones son tomadas por la parte no consciente del mismo, instantes antes de que pasen a ser conscientes. Eso quiere decir que la mayoría de nuestras decisiones están tomadas por una parte de nosotros que no controlamos.

Así podría explicarse que, pensando conscientemente que vamos a hacer tal cosa, finalmente hagamos exactamente la opuesta pues hay elementos de más peso y fuera de nuestro control que ya han decidido. A quién no le ha pasado.

En realidad parecen ser pocas las decisiones realmente conscientes que tomamos, incluso en las relaciones interpersonales la parte inconsciente siempre va unos segundos adelantada: caemos o tenemos éxito más allá de lo que podamos pensar conscientemente.

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A la luz de tales descubrimientos, que dan en buena parte la razón al viejo Freud y su descubrimiento cardinal de la actividad inconsciente, debería repensarse la psicología, así como conceptos  importantes tal y como bien y mal. De momento, parecen decirnos los neurobiólogos, oímos la música pero no sabemos por qué funciona el tocadiscos que la emite.

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Se ha hablado tanto recientemente de las novelas de John Connolly que ayer me hice con algunas para mi Kindle y, sobre la marcha, comencé a leer la primera. Tiene buen pulso pero, qué quieren que les diga, me gusta mucho más -puestos en ese tipo de literatura- el mundo de la oscura provincia y los desvencijados trenes de Simenon. Aún diría que, no siendo un asiduo lector de Stephen King, me entretiene más. Es inolvidable su It, la descripción de los arrabales, del río sucio, donde los niños juegan y donde Ello se aparece encarnando exactamente aquello que provoca más terror en la mente de quien lo ve. Todo un hallazgo, y terriblemente perverso, pues todos tenemos en algún rincón de la cabeza algo que nos aterroriza y que tratamos de mantener clausurado (forcluido, se hubiera dicho en los años de lecturas lacanianas).

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El discurrir de los días, algo importante de consignar. Monótono, repetido, que parece ser lo que conviene a una buena recuperación. Esta noche he soñado que ya podía comer normalmente y volvía a desayunar café con leche y una buena ración de fruta. Eso fue antes de que la lluvia repiqueteando en la fuente del patio me despertase. No sé qué extrañas resonancias habrá hecho mi cabeza entre el sonido de la lluvia y el placer de la fruta en la mañana.

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Resulta bien extraño por qué alguien que no te conoce, a quien nunca has visto, que sólo tiene de ti referencias de terceros, se convierte en enemigo fatal y se permite el lujo de insultarte gravemente en un foro. Después de años me sigue desconcertando y me parece que nunca dejará de hacerlo. Me pregunto qué habrá en esa cabeza, de qué color será tal odio para trastornar a una persona y hacerle perder el sentido común.

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Políticamente incorrecto. Ayer chateaba con un amigo cubano y me dijo lo siguiente: en Cuba, antes de la abolición, los negros utilizaban la frase «¡Quién fuera blanco, aunque fuese catalán!»