Como hojas de calendario

 

 

Caen los años como hojas de calendario y se van, convertidos en papeles que arrastra la brisa, revueltos, confusos. Se van con ellos los recuerdos, las personas, y quienes fuimos y ya no somos. El niño, el joven, el padre y aquel que comenzó la postrer etapa de la vida no hace tanto. También las imágenes grises, algo ectoplásmicas, de quienes pasaron por mi vida de puntillas, dejando muy poca huella. Mis padres jóvenes, detenidos en una fotografía también gris, borrados para siempre por la superposición de un par de ancianos que esperan el final en una ciudad lejana, que fue la mía pero de la que no tengo más recuerdos que algunos relámpagos, chispazos neuronales, cada vez más apagados.

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Leo en Job: Porque si de algo tengo miedo, me acaece, y me sucede lo que temo.

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No sé si lo he leído o me lo invento: No me entusiasman las coincidencias pues son la manera que tiene Dios de decirnos que no estamos viendo las cosas con la perspectiva adecuada.

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De Enesco sólo me gusta el retrato que le hizo Karsh. Su música es para mí como un tejido impermeable a los sentimientos.

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Estos días de guerra entre israelíes y palestinos se desata la intolerancia por todas partes. Está prohibido tener sentimientos como no vayan al único lado posible. Un conocido de Facebook se queja de que cierto poeta -que, seguramente ignora, es judío- lo ha borrado de su lista de amistades por expresar sentimientos ante el dolor de los palestinos. Como si las víctimas, los inocentes, no lo fueran de todos y no estuvieran libres de pasaportes.

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Arrebatar la vida a un ser humano es violentar no sólo las reglas de lo sagrado sino el mayor crimen de todos, aquel que no se perdona: el pecado contra el Espíritu.

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Se está rompiendo el más importante de los pactos, el que no es necesario firmar porque viene impreso en nuestro código de conducta desde el principio de los tiempos: Yo, que puedo más que tú, pago para que tú y tus hijos tengáis aquello que yo disfruto. Lo están rompiendo los tecnócratas, esos mismos que son incapaces, tras días de reuniones, de encontrar una salida para Grecia. Crisis que organizan los políticos y que los tecnócratas no saben arreglar.

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Llegará un día en que nos levantaremos de la cama y nos dirán que la crisis ya ha pasado. Y no sabremos nunca por qué la organizaron y tampoco por qué decidieron desmontarla.