Alameda, río, viejo puente

 

wpid1685-POTD_P1070346

 

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme… mal empezamos.

*

A veces habla uno con el porquero de Agamenón pero no tarda en darse cuenta de que su interés se centra en las bellotas.

*

No todos los hombres podemos llevar calzones cortos por razones obvias. En público, quiero decir. Los peores no son los que parecen niños sucios sino los que, queriendo parecer limpios, se compran el conjunto incluyendo zapatos de color rojo.

*

Para ver el estado del mundo no hay como ponerse cerca de una iglesia de pueblo a la salida de una boda. Y no perderse el detalle del autobús que lleva a los invitados al lugar del convite para que puedan volver borrachos.

*

Cuando desde las instituciones se quieren aclarar las cosas suelen dejarse más confusas de lo que estaban. El mejor modo de no hacer nada es encargar un informe a una comisión de expertos. A partir de la entrega el mundo puede hundirse porque en archivo constan las advertencias y ya nadie es responsable. Por ejemplo: si se quiere cerrar un edificio lo mejor es que la comisión de sabios diagnostique un estado alarmante (no faltarán motivos si saben buscarlos) y el consiguiente peligro para las personas. A veces es suficiente con un poco de cascarilla caída del techo.

*

Las personas inteligentes acostumbran ponerse en ridículo con más facilidad que las lerdas. Es cuestión de confianza.

*

Bastante más penoso que un cínico es un jeremías. El primero puede hacer gracia en algunos momentos y no suele manchar a los demás con sus detritus intelectuales.

*

Lo que se espera de un hombre de iglesia es que nos haga pensar que Dios es accesible a todos. Lo contrario, el que insinúa que Dios es complicado y sólo para unos cuantos, mete miedo y hace salir corriendo.

*

No es suficientemente realista. Acabáramos. Eso le dijo el marchand a quien lleva pintando más de medio siglo. Es sencillo de entender: si pintas cosas tomadas de la realidad pero no eres realista tu pintura se mide contra todo el museo del Prado y lo normal es que te haya salido una boñiga. El galerista y su público –los amigos con dinero a los que ha convencido de que es buena cosa invertir en arte– necesitan referentes claros, saber qué es lo que uno vende y los otros compran. El realismo (quieren decir hiperrealismo) es un marco muy claro y participa de los mismos referentes que cualquier otro -ismo, nadie pierde pie ni se llama a escándalo.

*

Es sabido: el realismo es muy poco real. No percibimos el mundo de esa manera, nuestros ojos y cerebro no funcionan así. Poner todo a foco, con el mismo interés, termina resultando muy plano.

De hecho, cuando tu dibujo no es demasiado bueno y tu habilidad para las equivalencias de color tampoco, tienes dos salidas: mentir descaradamente aparentando una soltura que es mera esgrima o abrir bien los ojos y aplicarte al uno igual a uno.

Antonio López se lo dijo hace muchos años: qué difícil pintar tan desnudo. Como un cuerpo sin defensas o una iglesia sin ornamento.