Menos garabatos

Dice un galerista madrileño de los famosos que no se vende nada, ni siquiera de lo que llama firmas reconocidas. Mejor dicho, que no se venden ni al cincuenta por ciento del precio de hace unos años.
Eso tendrá sus consecuencias porque, ¿cómo reaccionará el coleccionista o inversor a quien le juraron que el arte moderno era valor seguro cuando sepa que su inversión se ha depreciado, por lo menos, un cincuenta por ciento? Arte basura, bonos basura, falsedad, engaño y ganas de quedarse con el dinero de los pardillos, aquellos que nunca han sabido que un grabado de Rembrandt ha estado años atrás más barato que uno de esos huevos fritos de Miró.

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El asunto es raro porque lo tienen todo de su parte, no sólo la crítica sino también las exposiciones oficiales. Siempre ganan ellos. Arte español de vanguardia: ellos. Ya no se puede decir vanguardia y hay que decir, qué sé yo, posmoderno: también ellos. Todo les vale y todos a una, con dinero público. Da la impresión de que tanto la crítica como aquellos que gobiernan las instituciones culturales han nacido amorrados a esa teta.

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Y van y se pelean por el Guernica de Picasso pero es normal cuando se trata de gestores y esta clase de gente sólo atiende a resultados cuantificables. Por ejemplo, entradas. Si el cuadranco ese atrae visitantes que engordan la cifra anual, yo lo quiero. Nunca hubo cuadro más disputado.

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Busco en Madrid algunos discos de Thomas Quasthoff y sólo encuentro uno después de andar por varios sitios que se suponen bien surtidos. Nada, Amazon. Al final sólo encontré uno de los ciclos de Schubert y no precisamente el que más me gusta a pesar de contener dos o tres lieder que se cuentan entre mis favoritos. Hablo de Der Schöne Müllerin. Volví oyéndola con el volumen del reproductor muy alto.

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Encontré un libro de Taschen que no pude por menos que comprar. Vale 9,90 euros y es una recopilación de todas las fotos que aparecieron en la revista norteamericana Camera Works que editó y dirigió Alfred Stieglitz. Fotos suyas pero también del resto de pictorialistas norteamericanos, incluyendo a Steichen y Gertrude Käsebier. Buenísima compra.
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Compré también dos librillos de Siruela. El Elogio de la sombra de Tanizaki, que había perdido o regalado y las Diez razones para la tristeza en el pensamiento de Steiner.
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Remato la tarde en el Prado, de cinco a siete. Hago una comparativa entre Velázquez y Sorolla. Qué bien estudió el valenciano a nuestro primer pintor y, sin embargo, no le sale. Es capaz de unas traducciones de lo visual a signo pictórico geniales pero no hay nada que hacer. La mayoría de gente, creo, no sabe por qué. Yo sí.